Más inoportunas que nunca, las goteras, fieles inquilinas del Martín Carpena casi desde su edificación, volvieron a hacer ayer acto de presencia. La fuerte lluvia de los dos últimos días favoreció la aparición de varios puntos de fuga en el techo del Palacio, lo que provocó el caos y estuvo a punto de hacer que se suspendiera el partido. Al final ´sólo´ lo retrasó un cuarto de hora y, como quiera que la lluvia desapareció, las goteras también se esfumaron. Se pudo disputar el encuentro.

No se había llegado aún al mediodía y ya se comenzó a barruntar por el Carpena la posibilidad de aplazar el encuentro. Los jugadores calentaban, las gotas caían del techo y el parqué se mojaba. Imposible jugar en estas condiciones. Para unos más que para otros.

El trío arbitral, encabezado por José Antonio Martín Bertrán, junto a Santiago Fernández y Juan José Martínez, abogó por llegar a un consenso antes de tomar cualquier decisión. Desde un principio las posturas quedaron bien definidas. El Unicaja apostó por dejar el partido para otro día. El Estudiantes prefirió jugarlo.

Desde el Carpena se telefoneó al Instituto Nacional de Meteorología y lo que se apuntaba en las previsiones era que la lluvia iba a continuar durante toda la mañana para desaparecer a primera hora de la tarde. Se corría pues el riesgo de comenzar a jugar, parar el duelo por la reaparición de goteras y aplazar entonces la cita, con el duelo ya en marcha, para otro día.

El Unicaja, además, prefería retrasar el encuentro por la baja de última hora de Carlos Jiménez, con un esguince de tobillo, y por los problemas de Freeland, con lumbalgia. Lo meteorológico se unía esta vez a lo deportivo. Y a la disponibilidad del calendario. Los verdes sólo jugarán un partido por semana de aquí a final de la Fase Regular. Siendo, además, el choque en casa, a Aíto y a los responsables costasoleños les pedía el cuerpo jugar otro día.

El Asefa Estudiantes de Luis Casimiro lo veía desde otro ángulo. Se había desplazado a Málaga, estaba ya metido en partido y, a pesar de las bajas, quería que se disputase. "Parecía que el único que quería jugar era yo", llegó a decir el propio Casimiro.

Fue una mañana de móviles, llamadas, tensión y nervios. De carreras y reuniones. De decisiones complejas. Llegada ya la hora del partido, el trío arbitral volvió a salir al parqué, junto a los dos entrenadores, e inspeccionaron la zona de manera concienzuda. Dieron el visto bueno y se jugó. Fue la mejor decisión, visto que la lluvia, lejos de arreciar, amainó. Y las goteras desaparecieron. Una vez que se dio el OK, los trencillas dieron diez minutos para que todo comenzase. Y así fue.

Viejas ´costumbres´. Lo cierto es que lo de las goteras no es nada nuevo. Hace ya muchos años, casi desde que se construyó el Palacio, comenzaron a aparecer. Y no han desistido. Han fastidiado más de un entrenamiento. Sobre todo este año, cuando no ha parado de llover en todo el invierno.

Desde la instalación insisten en que es un mal endémico, sin solución, que se ha tratado de arreglar, pero que ha resultado imposible. Todo quedará resuelto, según dicen, una vez que este verano se acometa la obra de remodelación del Carpena, que incluye un nuevo techado. Sólo entonces desaparecerá el problema. Hasta ese momento sólo cabe poner cubos, limpiar y desear que no llueva.