El Unicaja cambió ayer la desgana por la intensidad, la precipitación por el raciocinio, el querer por el poder y los pitos por los aplausos. No le bastó para ganar al Gescrap Bilbao, que se jugaba en Málaga el acceso al Top 8, y lo logró con sufrimiento más la clase de Raúl López. Pero al menos recuperó el pulso y retomó las sensaciones perdidas. No es para estar hoy felices. Ni mucho menos. No puede estarlo el Unicaja. Al menos el club y el equipo que todos queremos, el que yo ansío y deseo.

Porque perder, aunque sea de esta forma, nunca es ni agradable ni positivo. Encajar otra derrota, y ya van 11 en los 12 últimos encuentros, agranda la leyenda negra de los dos meses pasados. Y que el Martín Carpena no vea ganar a su equipo desde un lejanísimo 14 de enero, pues sigue siendo un verdadero lastre. Algo triste e imposible de digerir sin ardores para esta entidad, para nuestra institución. Pero si lo de ayer ha de servir como comienzo de «algo», yo le doy el visto bueno.

Mejoró el equipo en defensa, en intensidad, en cerrar las líneas de pase y en extrangular al rival. Y eso le permitió correr, algo tan necesario para los verdes. Porque no se le puede ganar a nadie ni en la Euroliga ni en la Liga Endesa metiendo dos triples de 17 intentos. Claro que Chus Mateo por fin tomó decisiones. Buenas o malas, pero se decantó por dejar sin jugar a Gerald Fitch, y eso que se encontró por la mañana con la baja de Tremmell Darden para el próximo mes. No le importó. La decisión estaba tomada. Y Fitch lo vio sentadito. Para que espabile. Ha sido un aviso a navegantes. El americano, la referencia de anotación del equipo sí que estará en Zaragoza. Fitch está en nómina. Krunoslav Simon, no. Mateo es quien gestiona, quien entrena a esta plantilla a diario, casi siempre en doble sesión, y él conoce mejor que nadie los entresijos de lo que se trae entre mano.

Regresó Payne, bien a secas. Sin Valters, en cama con fiebre, alternó los puestos de «uno» y «dos». Listo en la dirección, como se espera de él. Tímido a la hora de tomar decisiones. Lógico tras su larga ausencia. En ese panorama, Abrines volvió a ser la referencia ofensiva. Siete triples se jugó el chaval. Tiene carta libre. Aunque vuelvo a insistir que las crisis no se arregla con cantera. A los «niños» siempre es mejor meterlos con el viento a favor. Y cuando sopló, el mallorquín tuvo más minutos en el Clínicas Rincón de LEB Oro. Ojalá que lo bueno de esta crisis sea su aparición. Su apuesta por él. Mateo llegó a decir ayer que llegará un día en el que Abrines «meterá siete de siete».

Las pérdidas y los porcentaje de tres siguen minimizando cualquier intento de reacción. El equipo no se jugaba nada y se liberó. Al contrario le pasó al Gescrap, que nunca rompió el partido y tuvo que sufrir muchísimo. A un par de minutos, Peric puso el 51-50. El croata se sabe de nuevo, sin Darden, «titularísimo». Y se salió. Pero a partir de ahí llegó la clase, la calidad, el saber estar. Raúl López, que empezó el cuarto sin puntos, se cascó un triple y cuatro tiros libres. Y llevó al Bilbao al Top 8, al matadero de Moscú. También pasó el Siena. El Real Madrid lo verá por la televisión. Como nosotros. Hasta el año que viene, Euroliga.