Él se ve fuerte. Se cree capaz de meter al equipo en la dinámica perdida. Tiene fuerzas para salir de esta crisis. Seguro que le sorprendió que el sábado por la noche, tras la debacle en Zaragoza, ni el presidente, Eduardo García, ni el director deportivo, Manolo Rubia, bajaran al vestuario del equipo para insuflar ánimos a la plantilla y respaldarle a él personalmente. Quizá en ese momento supo por primera vez que su cargo como máximo responsable del equipo corría verdaderamente peligro. Luego, en el autobús y el hotel de concentración, el Silken Reino de Aragón, hubo frialdad. Ayer no viajó con el equipo, algo que ya tenía previsto de antemano.

En unos meses ha pasado de héroe a villano. El madrileño metió al equipo en la Copa del Rey tras dos años de ausencia y también cumplió de sobra accediendo al Top 16 de la Euroliga. En cuanto a la Liga Endesa, el equipo está entre los cuatro primeros, la otra meta del club. ¿Por qué entonces se duda de él? Doce derrotas en trece partidos tienen la culpa. Que no es poco. Los resultados mandan en una plantilla sin fe, repleta de lesiones, sin líderes ni anotadores, totalmente rota y que no pasa a la acción.