Cuando en La Opinión de Málaga me encargaron escribir semanalmente de baloncesto con la única indicación de «tú pon lo que te salga del teclado» no creía que iba a hablar en tan poco tiempo del cambio de otro entrenador. La salida de Aíto García Reneses no se ha parecido nada al de Chus Mateo, las causas de la crisis tampoco, la reacción final el mismo resultado: el cambio de entrenador.

Cuando me acuerdo de la salida de Aíto García Reneses, es complicado culpar de todo al entrenador madrileño, la forma de dejar el equipo, con ese suicidio público que hizo en aquel infausto partido del Gran Canaria queda para la memoria, pero también focalizó sobre él la totalidad de la culpa, dejando indemnes a los demás intervinientes del entorno del club.

Ahora, cuando repetimos situación en cuanto al relevo traumático del entrenador, al menos yo me quedo pensando en lo previsible que resultaba la situación. Aunque casi nadie tenga certeza en los motivos de la crisis, sobre las causas que han producido esta hecatombe, casi todos tenemos muyclaro una cosa: quien se va no es ni el único, ni mucho menos el principal culpable.

El equipo que sorprendía de forma agradable, hace tiempo que dejó de hacerlo. Si hablo con el corazón, tengo que decir que todo se ha perdido, si busco en los recuerdos personales y los focalizo en aquella dantesca temporada con Moka Slavnic al frente, he sobrepasado la decepción y el sabor tan amargo que tenía entonces, cuando un equipo con miras mucho más bajas que éste, con intenciones y puntos de partida mucho más modestos que el que tenemos ahora, no dejó de dar disgustos hasta que terminó la temporada.

No creo que el problema sea que esta catástrofe en la que se ha convertido este equipo me pille con más edad o más desengañado, pero lo que llevamos sufriendo –y no me remito al bochorno del domingo en Vitoria– creo que es tan grave y de resultado tan incierto que no llego a ver la luz al final del túnel.

Lesiones aparte, cosa que por otro lado no deja de ser inherente al juego, el cambio de actitud del equipo ha terminado quedando patente. Si bien en muchos encuentros finalizados con derrota el conjunto no ha pecado de falta de trabajo, lo que se ha observado y queda traducido en una racha indigna de resultados es dejar totalmente de lado lo que llevó al grupo arriba: trabajo, humildad, ambición, solidaridad, generosidad y acierto.

Llevo viendo baloncesto muchos años, soy abonado desde 1980, me gusta tanto este deporte que tuve los abonos de Caja de Ronda y de Maristas en la época que convivían ambas escuadras. Mis tres abonos son los que marcan la agenda de los fines de semana de mi familia, aunque desde hace un tiempo me asome a los medios, y suene fatal, siento esa camiseta verde como algo mío, igual que otra mucha gente que aguanta estoicamente el vendaval de mediocridad e indolencia que está presenciando, algunos perdiendo los nervios, otros, perplejos ante lo que ocurre y ante las actuaciones de miembros del núcleo principal del club (de la plantilla al consejo de administración, pasando por el cuerpo técnico y la dirección deportiva) que no dan con la solución al problema y que son los que pueden y deben arreglar algo que definitivamente se les ha ido de las manos.

La idea de que todos queremos lo mejor para este club la tengo clara (aunque viendo la salida del equipo en el último partido tendría que ponerla en tela de juicio), y no por criticar actuaciones de nadie de dentro se es traidor a la patria. Aunque la idea particular de uno sobre como ha de ser el club y el equipo no coincida con la oficial, a nadie le gusta presenciar cómo los colores con los que se identifica sean noticia por aumentar el sonrojo presenciado semana a semana. Sin perder de vista ese inicio de campaña espectacular que tenía multitud de solicitudes reclamando la paternidad de la excelencia presenciada, se contrapone la orfandad que se observa con respecto a la culpabilidad de lo que ocurre en presente continuo. Digo yo que alguien será responsable de esto, ya que antes era común darse golpes de pecho reclamando la autoría del éxito, ahora también sería necesario que se explicara por qué los jugadores no muestran ni siquiera el coraje mínimo exigido para transmitir que hacen aquello por lo que les pagan y les gusta (se supone), por qué si el Club Baloncesto Málaga tiene uno de los presupuestos del grupo de cabeza de la Liga Endesa, sólo se podía aspirar a fichar a un jugador por poco más de 16.000.€ al mes, como ocurre en el caso de Troy DeVries, o por qué hay tal incapacidad para explicar que parte de ese presupuesto sirve para curar heridas anteriores que tienen los nombres que todos tenemos en la cabeza.

No voy a esperar que la situación se arregle de inmediato con el cambio de técnico, ni que aparezca una partida presupuestaria millonaria para fichar a media plantilla nueva, sólo espero que los que siguen en el club tengan acierto, que los jugadores salten a la cancha, luchen y peleen como hacían antes y que se evalúe el problema de forma seria y concienzuda y no se señale sólo como responsables a Gerald Fitch, los bases y el entrenador que se ha marchado, porque eso es la solución más socorrida.

Por favor, que las medidas a tomar no se queden en el cambio de entrenador, que desde dentro no se peque de simple y se deje morir el invento que tanto trabajo costó a tanta gente, que se oigan a aquellos que quieren echar una mano aunque no estén dentro del club, pero sobre todo, que no miren hacia fuera buscando al enemigo, porque a éste no le hace falta llave para entrar en casa.