¡¡¡¡¡Jugón, jugón, jugón!!!!! Marcus Williams, medio cojo y sin tobillo, en la pista porque ése es el hábitat natural de los jugones en los minutos calientes aunque tu partido haya sido una ruina, le dio un gran triunfo al Unicaja. Sufrido, demasiado, pero que sabe a gloria y hace que el equipo ya olisquee, aún a lo lejos, el ansiado y esperado Top 16. Había sido una sombra el base americano durante todo el partido. Lento, errático, frustrante. Hasta que el partido entró en un «aquí te pillo, aquí te mato» que amenazaba con llevarse por delante a un Unicaja feo, oscuro y ramplón, en su peor versión de las últimas semanas. Casi inédito en toda la cita, con más pérdidas que asistencias, le había tomado la distancia al aro con un triple tan mal tirado que se fue al tablero y luego entró, a menos de cuatro minutos del final.

Y llegó su momento, cuando un escalofrío recorrió la espalda de medio pabellón -el otro medio estaba vacío-. Con 62-58 y el Unicaja sin ideas, a Williams le llegó una bola muerta finalizando ya los 24 segundos de posesión. Amagó una, dos y hasta tres veces, con su defensor, el pequeño Wood, transpirando su propio sudor, subido casi sobre él. Echó el cuerpo atrás, tomó impulso y, sobre la bocina, transformó un triple que vale todo un partido y que agiganta a este Unicaja en Europa. Gracias a ese (65-59) a falta de sólo 31.9 segundos, el cuadro de Jasmin Repesa saboreó una victoria que pone a los verdes con un balance de 3-1 y segundos del Grupo B, con margen de maniobra y opciones de todo, incluso de ser primeros.

Dicen que los equipos grandes son los que sacan adelante los partidos hasta jugando muy mal al baloncesto. Que ganan casi por hábito, porque es costumbre, por mera inercia. Que poco importa que la noche nazca torcida, que parezca que hubiera sido mejor ir a esa fiesta de Halloween a la que te invitó tu amigo, que ponerse las zapatillas y salir a jugar. Hay encuentros en los que los errores se prodigan más que los aciertos, en los que permites al rival cogerte dos, tres y hasta cuatro rebotes en tu canasta en una misma jugada, en las que no sale prácticamente nada.

Y, sin embargo, miras al electrónico y vas delante. Vas ganando. Y ganas. Y sí, puede que el Alba de Berlín, corto de talento, pusiera de su parte. Porque tantas concesiones ante el Maccabi o frente al Siena hubieran sido mortales de necesidad. Pero, al final, lo que de verdad importa es que se saca la victoria. Jugando un pimiento. «Pasando» de los sistemas. Te vas a casa con un triunfo más en tu casillero. Y eso es lo necesario. Especialmente en un equipo como éste, novísimo, con jugadores que jamás habían compartido el mismo vestuario, y buscando aún la química necesaria para que la música suene y no desentone.

Cuando Williams anotó ese triplazo toda Europa comprendió que el Unicaja había ganado un nuevo partido en la Euroliga 2012/13. Tres de cuatro. Seis seguidos ya entre Liga Endesa y Euroliga. Y poco importaron entonces los malos ratos pasados, el mal partido que vimos, las 15 pérdidas, el 29% en triples o el 62% en tiros libres. Daba ya igual que los pívots no fabricaran en la primera parte y que el abuso del triple se convirtiera en nota común en cada ataque, sin encontrar soluciones solventes.

El Unicaja es rocoso y constante. Es, sobre todo, muy competitivo. Tiene hambre y una capacidad de reacción brutal. Se vio atrás en el descanso (29-34), tras tirar por el retrete un primer cuarto magnífico, y remó, remó y remó. Tuvo un plan b. Repesa apostó por la defensa, con Dragic y Lima dando bocados atrás, como perros guardianes junto a Zoric. Ya no hubo barra libre para Thompson ni para la cándida defensa anterior de Fran. Hubo agresividad. Se robó, se reboteó y se corrió. Y ahí Calloway volvió a demostrar que ha sido todo un acierto. Que propone y dispone. Que manda y que acierta. Que está por encima del bien y del mal.

Pero el enredo de partido propuesto por el Alba Berlín provocó náuseas en un Unicaja desmejorado y poco lúcido. Penetraciones para volver a sacar el balón y escasa búsqueda de los hombres altos. Simon, exhausto, dio el relevo. Y lo tomó Williams, ese opositor a jugón que ya lo es. Jugó medio cojo, por unas molestias en el tobillo. Perdió tres balones, erró sus dos tiros de tres y su única canasta había sido un triple a tablero. Pero cuando hubo que meter la canasta ganadora enchufó un triple brutal. Un triple ganador. Un triple de un jugón.

Lo más destacado del partido entre el Unicaja y el Alba de Berlín