­Marcus Darrell Williams parece otro. Puede que hoy, cuando sólo falte un mes para soplar las velas de su 27 cumpleaños (Los Ángeles, 3 de diciembre de 1985), tenga que mirarse en el espejo para darse cuenta del hombre que fue cuando aterrizó en Málaga hace poco menos de tres meses y en el que se ha convertido pasado un tiempo tan corto. Pero a veces, como es su caso, tres meses son un mundo.

No ha perdido ni la sonrisa con la que llegó ni sus tatuajes. Sí que ha perdido kilos (la báscula dice que casi seis) y ha soltado el lastre con el que aterrizó tras dos temporadas oscuras, una en un club ruso de escaso pedigrí (Enisey Krasnoyarsk) y otro en la Liga china, con los Dragons Nanjing. Williams completa una metamorfosis total, tanto en el apartado mental como en el físico. El base ha variado su forma de entender el baloncesto, se ha «europeizado» y ha comprendido qué quiere de él Jasmin Repesa. Es un nuevo jugador, en todos los sentidos. Y sus actuaciones en las dos últimas semanas dan buena muestra de ello.

El zurdo aún tiene mucho trabajo por delante, pero ha encontrado su camino. Y éste transita por el reposo de su juego y la toma de decisiones correctas. Repesa no quiere locuras ni inconsistencia. Desea que invierta en su chispa y su talento, pero sin extravagancias ni excesos. Todo en su justa medida. Y en su tiempo.

Williams también ha sabido bucear en el vestuario y encontrar con qué armas podía ayudar a crecer al equipo. Y ha sido su talento el que le ha llevado a gobernar los finales de partido con insultante desparpajo. El Unicaja necesitaba inexorablemente un «electricista» y él ha sido el encargado de «enchufarlas».

Ese jugón que nadie veía, que se echaba en falta en la composición de la plantilla, ha aparecido gracias a su muñeca y a su forma de ver el baloncesto. Necesita aún que surja la química adecuada con los pívots, especialmente con Fran Vázquez, para aprovechar los pick and roll y crear superioridades. Y lo más positivo es que gracias al sensacional rendimiento de Calloway puede compartir pista con él, sin que la dirección del equipo se resienta. Muchos le quieren comparar con Pepe Sánchez. Otros, con Louis Bullock, por su capacidad de resolución. No es ni uno ni otro. Tan sólo es Marcus Williams, de profesión... jugón.