Como se suele decir, lo importante no es cómo se comienza, sino cómo termina uno las cosas. Puestos a elegir, siempre es mejor ir de menos a más, por supuesto cuando por el camino te has dejado un margen de error.

El partido de ayer tenía peligro, mucho peligro. Tras la gran fiesta que se vivió el pasado domingo en la victoria frente al Barcelona, en un encuentro con altísima tensión en la pista y especialmente en la grada, nos encontrábamos ayer noche con un partido frente al Brose Basket en el inicio de este Top´16 de la Euroliga. El día, a mitad de semana y durante las vacaciones navideñas, el horario, las nueve menos cuarto de la noche, y el nombre del rival, el Brose Basket no invitaban a comenzar metidos en el choque, y así ocurrió.

Todo esto lo acusó el Unicaja en el inicio del encuentro, la frialdad de las gradas, que por desgracia mostraban mas asientos vacíos que ocupados, se transmitió al juego malagueño, un parcial de 0-15 dan buena cuenta de ello. Cuando uno comienza con el pie cambiado es muy difícil revertir la situación. El conjunto teutón es de esos rivales cuyo nombre o palmarés están por debajo de la dificultad que ofrecen luego en la pista. El Brose tiene un juego con muchísima movilidad, los hombres altos están constantemente en movimiento, subiendo a la punta a bloquear para hacer continuación interior y rotación del otro pívot hacia fuera. Los exteriores juegan permanentemente bloqueos directos con los interiores y con continuos reemplazos de los dos que no participan en el bloqueo.

Este ataque con tanto movimiento de los cinco jugadores crea muchos problemas si tu defensa no está con la suficiente tensión y dureza física y sobre todo mental. Los pupilos de Repesa no conseguían encontrar ese punto de inflexión que cambiara la situación y por más cambios que probara el técnico no había manera de girar la dinámica que llevaba el encuentro. A pesar de los muchos intentos por darle la vuelta al marcador, los alemanes llevaban la iniciativa durante todo el envite, pero como suele pasar muchas veces, un pequeño detalle suele cambiarlo todo. En los compases finales del tercer cuarto, en una jugada en la que se quedaron enganchados Zoric y Ogilvy, éste último soltó el codo e impactó en la cara del jugador croata del Unicaja. Los árbitros no señalaron nada, pero esa acción revolucionó no sólo al jugador, también al resto de sus compañeros y sobre todo al público que a partir de ese momento empezó a caldear un partido que había comenzado como un témpano de hielo.

Fue el punto de inflexión que necesitaba el encuentro. El cuarto terminó con el Unicaja seis puntos abajo pero con la sensación en el ambiente de que el partido ya era otro como así fue al final del mismo.