Arrasó con todo lo que tuvo a la vista al principio de la cena. Canapés, bebidas, marisco, jamoncito del bueno y hasta ese repollo que la abuela hace con tanto cariño en estas fechas tan señaladas. Movió la mandíbula sin descanso, dentellada va (22-10) y dentellada viene (43-27). Y ocurrió lo que nadie podía siquiera imaginarse: una indigestión como un castillo, un empacho que castigó a un Carpena que quiere creer, que desea con todas sus fuerzas aferrarse a algo creíble, pero al que vuelven a faltarle razones y motivos.

Entre abucheos y pitos, los primeros del curso, con algunas (pocas) palmas de la afición más incondicional, se fue el Unicaja al vestuario, fundido, roto, irreconocible, tras tirar todo lo bueno que había hecho en una primera mitad realmente brillante y lúcida. Pero luego pifió. Y de qué forma. Tras un tercer cuarto lamentable, en el que pensó que el partido ya estaba en el bolsillo. Tras resucitar a un CAI muy endeble, y sin su estrella Shermadini. Tras otra pájara ofensiva: sin recursos, sin soluciones, sin mentalidad ni carácter. Y esa indigestión provocó la tercera derrota consecutiva del Unicaja en la Liga Endesa. Con un parcial de 28-51 en los segundos 20 minutos. Imposible ser cabeza de serie de esta forma. Un golpe sensible al ánimo de la afición. Una pena. Y en Navidad.

Y eso que casi todo lo que ocurrió anoche en el Carpena había sido bueno hasta llegar a ese maldito tercer cuarto. Desde antes de comenzar el encuentro, la noche parecía perfecta. Hubo muy buena entrada en el Palacio (7.500), con mucha chavalería, y la «marea verde» bendijo el nuevo himno que ha compuesto Pablo López. El vídeo se emitió por el videomarcador del Carpena, con imágenes históricas del equipo, del pasado de Ciudad Jardín y del más actual, y se llevó una profunda y sentida ovación. Parece que ha «nacido de pie». Y eso es bueno. Cuando 8.000 ó 9.000 gargantas sean capaces de corearlas al unísono en la previa de los encuentros, va a ser algo positivo. Algo que une, que se canta a pleno pulmón y que transmite buen rollo.

La salida a pista de los malagueños en el arranque fue, además, muy buena. Aunque en este caso, ponemos en duda eso de si fue antes el huevo o la gallina. Porque el CAI ayudó, con errores, pocas ideas y escasos recursos. Acusó muchísimo la baja de su hombre más importante, el georgiano Shermadini, un pívot dominante con 14 puntos de valoración de media en ACB, que vio el encuentro en el banquillo por un problema en la espalda.

Con 9-0 y Toolson dejando buenas vibraciones, al Unicaja le vino todo de cara. De principio a final de cuarto, con un triplazo a media pista de Kuzminskas que a buen seguro será la jugada de la semana en la ACB: a tablero, sobre la bocina y poniendo el 20-10. Todos los ingredientes NBA.

El propio alero lituano saludó el inicio de segundo con el 22-10, la máxima verde. Pero el quinteto de Plaza daba facilidades. Le faltaba algo. O le sobraba. Nunca se sabe. El caso es que no funcionó, y eso que Arvydas Sabonis -junto a su señora- veía en la grada los primeros minutos del joven Domas en pista. Y los últimos, a la postre. Los malagueños encajaron un parcial de 2-10 (de 22-20 a 24-20) y Plaza recompuso su cinco. Txemi Urtasun puso orden a base de naturalidad. Sólo con eso. Con Sergi Vidal vestido de calle, puesto que fue el descarte de Plaza, el navarro tomó el mando. Él inició el «bombardeo» sobre el aro maño, con una canastita en penetración al que le siguieron tres triples consecutivos, de Calloway, el propio Urtasun y Caner-Medley.

Al ala-pívot le sentó de lujo esa canasta, porque se motivó y abrió una nueva y tranquilizadora ventaja: 35-20 (máxima diferencia). Abós se vio obligado a parar de nuevo el partido con un tiempo muerto, a 2:45. La cosa tenía la misma buena pinta al descanso: 39-25. Y tras venir del vestuario llegó la máxima renta malagueña: 43-27.

Hasta ahí las buenas noticias. Hasta ahí el feliz cuento de Navidad. El Unicaja anticipó el Día de los Inocentes y nos gastó a todos una broma muy pesada y de muy mal gusto. El equipo no supo gestionar su ventaja y cayó en su propio despropósito, sin orden, sin acierto y bajando los brazos. De 43-27 a 43-46. Y de ahí, a 48-46. Con 51-54 llegó la primera ventaja maña. Dragic trató de hacer reaccionar al equipo (62-59), pero el CAI ya se había enganchado al partido. Quería ganar. Y lo hizo: 67-76. Resultado final del electrónico. La valoración, mas que asustar, acojona: 54-92. Mucho que mejorar. Mucho que pensar también. El lunes, a Fuenlabrada.