Hace ahora un año, el Fenerbahce jugaba el Top 16 de la pasada Euroliga como aspirante máximo a un puesto en cuartos de final e incluso con serias opciones de acudir a la Final Four de Londres. Pero con un balance de 2-12, se convirtió en el segundo peor equipo de la competición en esta ronda.

Con el dinero del petróleo asiático, el Fenerbahce había conseguido juntar un elenco de estrellas de talla mundial como Bo McCalebb, Romain Sato, David Andersen, Mike Batiste, Bojan Bogdanovic o el turco Omer Onan, pero no fue suficiente. Al llegar el verano se cortó por lo sano y se apostó a caballo ganador: Zeljko Obradovic a razón de 3 millones de euros por temporada.

El siguiente paso era mantener las estrellas del año pasado que mostraran un compromiso ciego al nuevo entrenador y buscar una salida a los descartes de Obradovic. El equipo mantuvo a McCalebb y a Bojan Bogdanovic, además de los clásicos Preldzic y Onan. Entonces, salieron con la chequera abierta al mercado. El genio serbio del Caja Laboral, Nemanja Bjelica, y el ala-pívot lituano de la NBA, Linas Kleiza fueron los dos primeros en llegar. Tras ellos llegó el pívot Luka Zoric y se quedó Gasper Vidmar. Obradovic quería todavía más y a punto estuvo de hacerse con Milos Teodosic, en el que fue uno de los culebrones del mercado. Pequeños flecos impidieron dicho traspaso.

Dicen que el dinero no da la felicidad. Ahora está por ver si la pasta da o no el título de la Euroliga. El próximo mes de mayo podremos contestar a esta pregunta.