Hay días en los que uno vive situaciones que no se espera, o que al menos no tiene previstas en el calendario. El de ayer fue uno de ellos, una jornada inolvidable y cargada de recuerdos preciosos y acumulación de sentimientos y emociones a flor de piel. Comenzando con el reencuentro en el restaurante Cardamomo, donde, por cierto, nos trataron de maravilla y comimos de lujo, con muchos compañeros de viaje de aquellos fantásticos años. A la mayoría de ellos he tenido la suerte y la oportunidad de verlos a lo largo de estos años con mayor frecuencia, sin embargo a Mike Ansley, «Big Money», como a él le gustaba que le llamásemos, no lo veía desde que se fue de Málaga.

Mike, era un jugador diferente, se denominaba a sí mismo el mejor «cuatro» de Europa, y no le faltaba razón. En esa misma afirmación estaba la clave de su valía, más allá de sus cualidades técnicas, excelentes por cierto, lo que lo convertía en un jugador desequilibrante era su carácter ganador. Asumía la responsabilidad en cada minuto como algo natural, principalmente en los momentos calientes de los partidos. Eso supo transmitirlo a todos nosotros, y a pesar de ser un conjunto con mucha juventud y bisoñez, nos convertimos en un equipo ambicioso y ganador.

Mike, desde que aterrizó en Málaga, ha sentido el cariño de la gente y, según me dijo ayer, no ha dejado de llorar por la alegría del reencuentro. El almuerzo fue fantástico con antiguos compañeros y gente del club. Mike estaba muy sorprendido porque no esperaba que la gente le recordase con tanto cariño. Llegó a confesarnos que tenía un cierto miedo. Miedo de que los aficionados del Unicaja no le «perdonasen» aquel error en el triple que nos hubiese dado el título de Liga en aquella inolvidable final contra el Barcelona.

Entre anécdotas, risas, chascarrillos y recuerdos llegó la hora del Carpena, donde todo pasó muy rápido, pero a la vez fuimos disfrutando y saboreando lentamente cada gesto, cada saludo, cada aplauso y cada reconocimiento.

Mike se volvió loco en el palco, donde llegó a llorar. Dándose golpes en el pecho, besando el escudo del club que llevaba en la camiseta, «Big Money» rebosaba ayer felicidad y lo vivió con una tremenda intensidad.

La salida a pista fue realmente emocionante. Nos iban llamando uno a uno. Curro, Gaby, un servidor, Ernesto y luego Mike. Y después, con todo merecimiento, a todos los que estaban detrás de los focos, más allá de Javier Imbroda, nuestro entrenador y guía en aquella época. El calor del Carpena fue increíble.

Fue divertido ver a Mike tratando de meter de nuevo aquel triple que no entró. Esta vez tampoco lo hizo, aunque Mike sigue diciendo que, con algo de preparación, volvería a ser el mejor «cuatro» de Europa.

Resulta muy complicado poder plasmar en estas líneas cada una de las emociones y sensaciones que disfrutamos ayer viernes. Poder volver a juntarnos, aunque desgraciadamente por diversos motivos no pudiéramos estar todos, fue estupendo y con el paso del tiempo he aprendido a valorar y a poner en su justa medida todo aquello que vivimos, aunque parezca increíble, hace ya casi dos décadas.

La distancia en el tiempo me permite saborear lo que nos pasó, ya que en esos momentos todo ocurría e iba muy deprisa y no teníamos ocasión de asimilarlo y disfrutarlo como se merecía.

De todo lo que vivimos y nos ocurrió, tanto en esa época como en el día de ayer, me quedo sin dudarlo ni un instante, con el tremendo cariño y la cercanía con la que nos ha tratado siempre nuestra gente. Cada palabra y cada gesto hacia nosotros siempre ha sido de admiración, respeto y ánimo, no sólo en esos años maravillosos, sino que se ha prolongado hasta el día de hoy. En ese sentido y en muchos otros me siento un privilegiado y en deuda con todos.

Eso sin duda fue también una de las claves del éxito del equipo, esa identificación y comunión de los aficionados con el grupo, que hicieron del «mítico» Ciudad Jardín una plaza prácticamente inexpugnable y que luego ha vuelto a ocurrir en el Carpena. Y la mejor consecuencia de lo que se consiguió es ver actualmente la gran cantidad de niños practicando baloncesto en toda Málaga. Todas estas cosas han provocado que me sienta orgulloso de formar parte de esa gran familia llamada Unicaja. Y por supuesto no quisiera despedirme sin antes agradecer sincera y profundamente a todos los que han hecho posible este encuentro tan entrañable y que guardaré para siempre en mi corazón malagueño junto con todos los recuerdos, vivencias, anécdotas y sentimientos de aquellos años.

A todos y cada uno de los que han ideado, organizado, colaborado, apoyado o simplemente disfrutado este inolvidable día... ¡¡¡ Muchísimas Gracias !!!.

*Dani Romero es exjugador del Unicaja