A las 23.17 horas, el bocinazo final certificaba la defunción copera del Unicaja. Otra vez en casa, en Málaga. Y en cuartos de final, como en 2001 y 2007. Las mismas caras de decepción en la grada, la misma impotencia, idéntica rabia. Pensamientos desordenados y una penuria acrecentada porque venimos de donde venimos, del vacío más tenebroso, y tenemos la sensación de haber visto ya demasiadas veces esta película con final infeliz. Y porque en 2001 nos echó el Madrid y en 2007, el Barcelona. Y, con todos los respetos para el CAI, que fue ayer de nuevo mucho más equipo que el Unicaja, duele, escuece y jode muchísimo más que te eche de tu Copa el equipo maño. Insisto, que fue mejor. Que tuvo más ideas y fue certero y decidido. Desde el banquillo hasta el parqué. Abós fue mucho mejor que Plaza, Roll le hizo lo que quiso a Toolson, Llompart midió mejor los tiempos que Granger, Sanikidze tuvo el acierto del que careció Suárez, Shermadini...

Luego podemos discutir muchas cosas. ¿Qué hacía Kuzminskas plácidamente sentado en el banco en el último cuarto, tras haber firmado 18 puntos sin un solo error, sin fallar, metiendo todo lo que tiró? Hay muchas más preguntas que se me vienen a la mente. ¿Tuvo Fran, con cuatro Copas y experiencia en su mochila, pocos minutos? ¿Han visto el quinteto titular del Unicaja? Es de traca... Vidal, 0 puntos. Toolson, 0 puntos. Suárez, 0 puntos. Hettsheimeir, 0 puntos. Para mear y no echar gota...

La angustia instalada ahora en la «familia cajista» es desoladora. Pero seguro que será pasajera en unos días. Eso sí, mientras estemos atragantados, hasta que no dijeramos el trago amargo de esta Copa 2014, que ningún listo venda ahora que hay que olvidar y pasar página. Habrá que hacerlo, por supuesto. Pero el jueves, ante el Panathinaikos, en la Euroliga. Este fin de semana hay que reflexionar y estudiar e incidir sobre la preparación del partido y la ejecución del trabajo llevado a cabo. Un sinsentido.

EL CAI repitió, uno por uno, el plan que siguió en Liga en este mismo escenario hace poco más de un mes. Aguantó el chaparrón hasta el descanso y se fue con vida al vestuario (38-31). Lo que vino después ya lo conocen, ya lo conocemos, porque lo vimos en Málaga a finales de diciembre.

El CAI jugó mucho mejor al baloncesto. Lo hizo más fácil, encontró canastas cómodas dentro y liberó lanzamientos exteriores sin ninguna oposición. Primero fue Sanikidze y después Rudez. Robaron rebotes en ataque, dolorosos y dañinos, de los que te matan la moral y te dejan a medio levantar. Y, de hecho, el Unicaja no se levantó.

Es descorazonador que el Unicaja pierda un partido, de Copa, de Liga, de Supercopa o de la Liga de verano, me da igual, habiendo gozado de 74 tiros, de 74 posesiones, por las 56 del CAI. Casi 20 tiros más. 20. Y lo de los rebotes también es sonrojante: 43-29 a favor. Y palmamos por cinco puntos: 74-79. Con unos porcentajes patéticos e indignos: 25% en triples y apenas un 44% de dos. Una cosa histórica.

Al equipo, aunque venga de ser noveno en las dos últimas Ligas, como recuerda a menudo Joan Plaza, y de no jugar tres de las cuatro últimas Copas, hay que exigirle otra cosa en un partido de cuartos de Copa en casa contra el CAI. Más ideas y más recursos. Menos miedo a tirar o a fallar. Y, quizá, para ello, hay que jugar con los que mejor están en cada momento. Llámese Kuzminskas. Que no tiene experiencia en estas lides, pero que las metía anoche como si fuera una piscina olímpica. Y aunque defienda poco, ayuda en ataque, algo que anoche, por desgracia, no tuvieron otros compañeros. Otros que también sufrieron atrás pero no tuvieron acierto luego. O con Fran Vázquez, que sí que tiene esa dosis de veteranía, pero que no tuvo minutos, como Toolson, al que tanta rotación exterior, al que la ausencia de jugadas específicas, de tiros abiertos, terminaron incluso por atenazarle.

La Copa de Málaga vuelve a ser amarga. La Copa debía ser un punto de inflexión para recuperar la autoestima y a la afición. Pero vuelve a ser un fiasco descomunal. Otro puñetazo al mentón, al hígado. Al alma.