La Euroliga 2013/14 ya es historia. El sueño del Top 8 se desvaneció definitivamente tras perder anoche en Atenas. Aguantó el Unicaja 13 partidos. Algo que, visto lo visto, parecía imposible el 2 de enero, cuando el Laboral Kutxa nos dio la del pulpo en Málaga en el debut del Top 16. Pero el Unicaja, si ha demostrado algo esta temporada, es que tiene más vidas que un gato. Y que se agarra a los partidos siempre. Lo intentó en el OAKA, pero no hubo opciones. No estuvo bien el equipo, al que hay poco que reprocharle. Se perdió porque no hay jugadores determinantes, de un nivel excepcional. En el Panathinaikos hay un tal Dimitris Diamantidis que anoche manejó el partido a su antojo y que ganó, con otros cuatro al lado. No requirió el PAO ni la ayuda arbitral (nada que objetarles) ni a sus casi 14.000 aficionados. Porque el Unicaja, en realidad, se lo puso bastante cómodo. Muy sencillo.

Las matemáticas han echado ya al equipo del torneo. El Emporio Armani Milán visitará Málaga la próxima semana y ahora es cuestión del club que ese partido parezca una madrugada en Parcemasa o un buen espectáculo. Mi humilde sugerencia: dos entradas de regalo para cada abonado de Euroliga. Como premio por la fidelidad. Lo demás, entradas a tres euros en el anillo superior. Pero vamos, que yo no manda «na». Y sé aún menos de ticketing -como lo llaman ahora-, marketing y otros sustantivos acabados en gerundio que, por otro lado, están terminantemente prohibido en el periodismo.

El Unicaja demostró ayer que este tipo de partidos, por ahora, le vienen muy grandes. El equipo, lejos de crecerse ante la presión, disminuye su nivel competitivo. En cada encuentro clave de este año no ha sido el que ha sido cuando la soga no le apretaba el cuello. Salvo la machada de Granger ante el Siena en el partido vital de la Fase Regular de la Euroliga -un partido tan feo y con tan poca sustancia como el de anoche- luego los verdes no estuvieron a la altura en las otras «finales» del curso. Bien en la Copa contra el CAI o en los dos encuentros precedentes de Euroliga en el Carpena, frente a Barcelona u Olympiacos.

Es lo que hay. Los momentos y las «sensaciones» no son las mismas. Al Unicaja le espera hoy un viaje de 4.000 kilómetros a Santa Cruz de Tenerife con su velocidad de crucero algo distorsionada. Cuatro derrotas consecutivas en la Euroliga. Y cinco en los seis últimos partidos. Esperemos que pronto se dispare de nuevo. Como lo ha hecho hasta hace tres semanas. Y suelte lastre, se libere y vuelva a volar.

El equipo dejó una imagen extraña en el OAKA. Sensaciones contradictorias. Compitió con la boca pequeña, como para no ofender. No se pierdan en debates estériles ni en discursos que, a base de ser repetidos, van camino de convertirse en dogmas de fe. ¿Se debería haber fichado? Pues si les digo la verdad, yo mantenía una opinión afirmativa. Pero viendo a Domas Sabonis, les pregunto, ¿y para qué? ¿Iba a venir un «cuatro» de campanillas? Ya les digo yo que no. ¿Otra medianía? Pues buenos jugadores ya tenemos, por dentro y por fuera. Pero para jugar el Top 8 se necesita algo más.

El Panathinaikos tiene a Diamantidis. El Olympiacos, a Spanoulis. El Barça, a Navarro. Y el Milán, a Langford. Cuatro tíos muy determinantes que, a su alrededor, tienen grandes plantillas y una media de 18 millones de presupuesto. Para aspirar a subir a ese pedestal, con seis «kilos» menos, se necesita que todo salga redondo y un plus de suerte. Pero en Turquía, el Fenerbahce de Obradovic -¡que se queda fuera!- todo se fue al traste.

A pesar de todo, el Unicaja trató de dar la cara y llegó al descanso metido en partido (33-28). Y eso fue mucho, muchísimo. Porque dio la sensación de estar fuera, completamente fuera. El 0 de 11 en triples (3 de 20 al final) provocó que el cuadro griego se cerrara aún más y, sin penetraciones, sólo el rebote permitió a los malagueños sobrevivir. Y eso, con 26-14, parecía un mundo. Pero dos triples de Toolson sirvieron para achicar agua y Caner-Medley, nada más arrancar el tercer cuarto, tuvo el empate. No fue el de antes de la lesión y se notó. Con 36-33 se jugó un triple que no entró. Luego Suárez tuvo un triple para poner a los malagueños por delante (37-35). Y el empate llegó por Stimac, que rebañó otro balón en el aro heleno y colocó el 37-37, a 5:30 del tercer cuarto. Lo mejor del Unicaja fue su juego interior, con el serbio, Fran Vázquez y un increíble Sabonis, que no se arrugó. El chico sigue creciendo y su continuidad debe ser prioritaria. El partido era un demonio, era feo, espeso, repleto de miedo. Y no se perdió en la zona, sino por fuera, donde hay overbooking, pero vamos jodidos de talento y liderazgo. Un parcial de 10-0 fue letal: 47-37. Y siguió, con Kuzminskas en el banco, 60-43 (parcial de 23-5). Diamantidis mandó y el Unicaja sucumbió: 69-60. Hay que estar satisfechos con el Top 16, aunque hoy toque estar de «bajón».