Tiene muy buena pinta este Unicaja. Cada partido que pasa, un poquito mejor. Ya sin la carga intersemanal de partidos europeos, ya solo con Hettsheimeir en el dique seco y ya con cada jugador asumiendo a la perfección el rol que Plaza les ha metido a fuego en cada entrenamiento, el equipo camina con paso firme hacia un play off por el título que asoma ilusionante en el horizonte.

Ayer, en una cancha prohibida desde 2010 y ante un rival de infausto recuerdo en la época reciente, el equipo de Joan Plaza se mostró serio, consistente, con las ideas muy claras y tremendamente superior a un CAI que a las 12 del mediodía era un rival directo de los verdes por la cuarta plaza y que a la hora de la comida quedó tan atrás en la tabla que ya no es ni amenaza de aquí al final de la Liga Regular.

El equipo cajista parece que ha activado la velocidad de crucero. Da la impresión, desde luego, que juega con el piloto automático del minuto 1 al 40. Cada vez hay menos altibajos y sí más regularidad. Tiene ahora una marcha constante que acaba por aniquilar al rival. Más tarde o más temprano. Ayer sufrió un poquito en el arranque porque a los maños les entró todo, pero cuando el partido dejó de ser un «pim pam pum» de los locales desde el 6,75 y el choque pasó de concurso all star de triples a «solo» un partido de baloncesto, entonces el Unicaja fue tremendamente superior.

A los verdes les salió todo bien. Hasta lo del average. No hará falta porque son tres victorias de margen en la clasificación con solo seis jornadas por delante, pero por si acaso se ganó ayer por +10 para que el +9 del CAI en el Carpena, en la primera vuelta, quedara mitigado. Es verdad que ayudó el afán de José Luis Abós y sus chicos por buscar la remontada a base de forzar faltas. Ellos fueron valientes y quisieron ir a por el partido -aunque estuviera imposible-, pero fue el Unicaja el que se llevó la victoria y la diferencia de puntos.

El equipo cajista se asienta así en la cuarta plaza y parece que de aquí al final de la Fase Regular lo único que le queda es ser espectador privilegiado de la pelea entre el CAI, el Herbalife y el Laboral Kutxa (yo a los vascos no los quiero ni en pintura) para ver cuál de estos tres acaba quinto y es el rival en el cruce de cuartos. No descarto, por cierto, que la penúltima jornada en Las Palmas sea preferible perder que ganar a los amarillos para que el quinto sea el equipo isleño y el Baskonia quede, como mucho, sexto en la tabla... pero es pronto todavía para echar esas cuentas. También está por ahí el Cajasol de Aíto, pero los sevillanos no parecen candidatos reales al quinto escalón de la tabla.

La gran victoria de ayer en el siempre bien ponderado Pabellón Príncipe Felipe sirve además de para todo lo anteriormente dicho, para cerrar una herida abierta contra los maños desde hace ya un par de años. Conste que a mí no me vale lo de ayer como revancha por lo de la Copa. Cambiaría con los ojos cerrados este triunfo liguero por haber ganado el cruce de cuartos de final de la cita copera. Una semifinal contra el Real Madrid aquel sábado de Copa en pleno febrero habría sido un gustazo para todos y un «chute» de adrenalina para la «marea verde», tan necesitada de emociones fuertes de unos años a esta parte. Lo de ayer no me sirve como venganza porque lo que había en juego no era ni parecido, pero al menos sí vale para demostrar que no estamos locos los que decimos que este Unicaja de Plaza es mucho más equipo que el CAI de Abós y que se tuvieron que dar muchos errores aquel día -de Plaza, el primero- para perder el billete a las «semis» del torneo del K.O y sumar la que ha sido, sin duda, la mayor decepción en lo que va de temporada.

Los 40 minutos de ayer sí son buena prueba del nivel de unos y otros. Si los de casa aguantaron los primeros 20 minutos fue porque se ayudaron del porcentaje de triples inusual en el primer cuarto y porque al Unicaja le faltó instinto asesino para con el 31-34 o con el 35-39 dar un paso más, antes del descanso. Pero fue pasar por boxes en el intermedio, ajustar un poco la caja de cambios, limpiar las gomas, apretar un par de tuercas en la junta de la trócola... y el equipo dispararse en un tercer cuarto en el que el CAI vio como el Unicaja le pasaba por encima. El 53-66 del minuto 30 dejó las cosas claritas tras un parcial letal de 10-25.

El último cuarto solo fue un quiero y no puedo de los locales por intentar rebajar una diferencia que llegó incluso a ser de +18, 57-75, a 7.40 del final y que al final se quedó en 10, 81-91.

Ahora hay que pensar en aprovechar cada entrenamiento para seguir creciendo, terminar de recuperar a Hettsheimeir y rezar para que los fisioterapeutas y los médicos no tengan más trabajo de aquí al 30 de junio. Las dos próximas jornadas son en casa. Primero, ante el Obradoiro de Richi Guillén, Rafa Freire y la siempre amenazante muñeca de Alberto Corbacho. Después, contra un Manresa que cada semana se mete un poquito más en el fango. Dos partidos que la lógica dice que son para sumar y sumar camino de quién sabe dónde.