Al Unicaja no le dejaron anoche ganarle al Maccabi. No digo yo que lo hubiera hecho, porque el partido estaba igualado, tenso, durísimo, y el campeón de Europa había dominado desde el salto inicial. Pero Toolson obró la remontada, con un triple que puso en órbita al Carpena: 58-57. Había sido la primera ventaja del equipo malagueño en toda la noche, en un partido táctico, complejo, que superó al Unicaja en muchas fases. Pero, a falta de cuatro minutos, el Unicaja estaba ahí, compitiendo, arriba, mereciéndose y ganándose el derecho a pelear por la victoria. Pero no le dejaron. No le permitieron ese derecho. Que, insisto, el equipo se había ganado sobre la pista, luchando cada balón, peleando por estar en esa situación privilegiada.

Las luces de alarma se encendieron en el campeón. Su presidente, Shimon Mizrahi, bufanda y corbata amarillas, empequeñecía en su silla, junto a la canasta que atacaba el Unicaja. Su entrenador, Guy Goodes, ya veía colgada su cabeza en Tel Aviv. Y el campeón, el histórico Maccabi, se veía en una situación realmente comprometida en el Grupo B. Y a falta de baloncesto, el arbitraje entró en escena. Ya lo había hecho antes, de forma más sibilina. Técnicas a Plaza, a Granger por «simular» falta y a Caleb Green. Tres, en un partido que fue intenso y físico, pero ausente de malos gestos, de refriegas, de historias extrañas.

Con 58-57 comenzó el «robo». Es muy complicado recordar semejante lista de despropósitos y fechorías en tan poco tiempo en una pista de básket. El Unicaja, más que enviar un recurso al Comité de Arbitraje de la Euroliga, debería presentarse de inmediato en la Comisaría más cercana a Los Guindos para interponer la preceptiva denuncia por el robo. Porque con ese 58-57, Smith anotó una canasta tras unos pasos clarísimos que sólo no vieron los tres del silbato, encabezados por el croata Srten Radovic. El balcánico fue el jefazo del trío de trencillas. En su papel de salvador macabeo no dudó en atropellar al Unicaja, un club que no tiene la historia del Maccabi, pero no que no merece que le pisen el escudo y le escupan a la cara.

Radovic disparó rápido a Plaza. El técnico se había agachado, en cuclillas, con las manos detrás de la nuca, incrédulo, mirando hacia la otra pista, porque no se creía que no le hubiesen pitado esos pasos a Tyus, que fue una pesadilla toda la noche. Plaza no increpó a nadie ni protestó por nada ni faltó el respeto de los colegiados. Por detrás, a traición, el croata le apuñaló: técnica. La segunda: descalificante. En pleno colapso, sin casi poder asimilarlo, a Vasileiadis le cayó otra más. Perplejos, casi sin habla, el Unicaja se vio 58-63. Diferencia que aumentó a seis puntos: 60-66.

El partido estaba perdido, pero el Unicaja no quería tirar la toalla. Con 63-68, y por si el Unicaja aún podía apelar a la épica, los colegiados se comieron un campo atrás de «Primero de Arbitraje» de Pargo. Era el remate final. El Unicaja era ya cadáver. El Maccabi le había golpeado duramente durante 37 minutos, en una lucha de tú a tú, de igual a igual, y después el croata y sus compinches remataron al Unicaja en el suelo, a quemarropa, sin dignidad y sin vergüenza. Un escándalo: 66-70.

El partido no se merecía ese final. Reclamaba que Unicaja y Maccabi resolvieran su suerte cara a cara. Porque la lucha fue terrible desde el salto inicial. El Unicaja no estuvo nunca cómodo ni fresco. El Maccabi tapó las vías de anotación, tejió una maraña de brazos en su sempiterna defensa zonal y eso distorsionó muchísimo al cuadro malagueño que, para colmo, no estuvo en defensa con la intensidad y la continuidad necesarias. Randle le robó la cartera continuamente a sus defensores y corrió para volar sobre el aro. Smith siguió con el plan.

No parecía el día adecuado. El Unicaja abusó, al comienzo, del tiro de tres. Y, además, con muy malos porcentajes. Sólo Vasileiadis, al descanso, encontró el camino de los tres puntos. Y eso que lo intentaron Granger, Markovic, Toolson, Green, Kuzminskas y hasta el recuperado Carlos Suárez. Pero el 1 de 16 desde la línea de 6,75 metros pesaba como una losa. Eso, unido al mal arranque de partido (0-8), provocó que el Unicaja mantuviera una estéril pelea contra el viento en la que no halló nunca dicha ni consuelo. Le costaba Dios y ayuda ver aro. 13 puntos en el primer cuarto y sólo 29 al descanso, con 29-35.

Las intentonas malagueñas perecían en la zona macabea, pertrechada atrás, para defender su aro y no perder en el rebote lo que lograba en otras fuentes. Esa lucha en los tableros estaba ganada de antemano por el Unicaja (50-39) que, sin embargo vivía incómodo, como si el «Cobrador del Frac» le persiguiera allá por donde andaba. Plaza intentó despistar a tan desagradable acompañante con equipos rarísimos. Llegó a poner juntos a Markovic, Granger y Toolson. Y luego prescindió de hombres altos, jugando con Caleb Green y Thomas. Fue este último quien encontró más pasillos por las complejas carreteras que conducían al aro amarillo. Plaza arriesgó con él, con dos faltas y defendiendo a Schortsiantis, pero algo tenía que hacer distinto en su pizarra. Así que, vistas las dificultades del envite, lo mejor al descanso era el resultado, y ese 29-35. Porque unos minutos antes pintaba más feo (23-33).

Aunque el arranque no fue nada positivo. Fran cometió su cuarta falta ante «Baby Shaq». Un problema, porque el Maccabi cuenta con gente muy atlética por dentro, con Randle (lesionado al final) y especialmente Smith, además de los kilos del griego. El 32-45 sonaba a partido perdido. Pero Toolson por fin anotó de tres, Plaza encontró sentido a su defensa en una zona y el Unicaja se lo terminó de creer: 50-54. La tensión invadió el Carpena. Con 52-57 se vivió cuatro minutos, con el marcador inmóvil. Y el Unicaja culminó la remontada: 58-57. Lo demás, ya pertenece a la historia negra de la Euroliga. Los árbitros indicaron al Maccabi el camino de la victoria, a base de masacrar al Unicaja. El club malagueño no merece ese trato. Nos pueden dejar sin «Licencia A», pero no sin dignidad. Por eso hoy, en vez de cantar el «I feel devotion» entonamos el «I feel vergüenza».