­El Real Madrid había caído en su visita al Estudiantes. Como lo había hecho el FC Barcelona. Y también el Bilbao y el Joventut, cuando los dos estaban en la cresta de la ola, compitiendo de igual a igual con los «grandes» de la ACB. Todos hincaron la rodilla y pidieron clemencia contra el equipo colegial. Pero no el líder de la ACB. No ha llegado todavía la hora al Unicaja, el momento esperado por muchos, lejos de Málaga, en el que el Unicaja se colapse, se le fundan los plomos y vuelva a dar paso a los de siempre. Mejor dicho, al Real Madrid. Porque desde anoche, el otro trasatlántico de la Liga Endesa, el Barça, tiene que sufrir una tortícolis severa para mirar a la clasificación y encontrar al Unicaja, del que le separan ya ¡¡¡cinco!!! victorias. Definitivamente no, no ha llegado esa hora. Todo lo contrario, el Unicaja, el dueño del liderato de esta ACB 2014/15, se siente más fuerte que nunca. Venció y convenció al Estudiantes en el Palacio de los Deportes. En un ejercicio tremendo de saber estar, de empaque, de control de la situación.

Se limitó a sobrevivir el Unicaja durante buena parte del partido. Porque sabía que ante el Estudiantes y su Demencia no podía ganar ni en el primer ni en el segundo ni siquiera en el tercer cuarto. Lo mejor que ocurrió al inicio fue el resultado (23-20), porque el equipo verde había cosechado deméritos para irse con un bofetón. Pero aguantó, de pie, sintiendo y padeciendo los latigazos del «Estu» y de Pietro Aradori. Compitió como pudo y como supo. Sin Carlos Suárez, baja de última hora por un edema óseo en la rodilla. Sin Kostas Vasileiadis, en la enfermería hace ya mes y medio. Y con Toolson en el banco con faltas y sin Germán Gabriel mediado el último cuarto por una posible rotura de fibras en el gemelo. ¿Y qué le quedaba entonces a Joan Plaza en el banquillo?

Pues tuvo paciencia, tuvo pasión y necesitó buenas dosis de esa pócima mágica cuyos elementos desconocemos y que sacó a relucir ante otro arreón colegial (60-54). No se desfiguró el equipo. No se puso de los nervios. No hubo pánico. A pesar de todo lo contado, de las bajas y de los problemas, de estar muy «tieso», con el tanque de gasolina ya hace rato en la reserva después de siete meses con dos partidos a la semana, interminables viajes con escalas y una lluvia de lesiones.

Al Unicaja siempre le queda algo en la despensa. Un gesto, un momento, una jugada, algún jugador. Siempre tiene algo calentándose a fuego lento en la cocina. Al extraordinario trabajo ofensivo de Kuzminskas y el poder interior de Fran Vázquez, se unieron dos de los actores secundarios -Germán, Thomas y Golubovic- para reinventar el juego interior del equipo. Y cuando el barco parecía hacer aguas surgió Stefansson. El islandés había estado muy desacertado en el ecuador del tercer cuarto, tomando malas decisiones en ataque, con tiros poco trabajados. Aprendió la lección y, de vuelta en el parcial definitivo, al que se entró con todo por resolverse (61-61), atacó a Aradori. El italiano, fundido, exhausto de llevar el peso del partido para el Estudiantes (firmó 23 puntos), fue un filón en defensa que Stefansson atacó una y otra vez para sacar penetraciones, bandejas, tiros libres y asistencias. El líder le había metido cloroformo al partido, había anestesiado al Estudiantes, permitiéndole hacer su baloncesto, hasta darle un giro radical al guión. Y cuando olió sangre, el Unicaja sacó el animal que lleva dentro para morder y hacer daño: 65-72, a 5:50.

Ahí Plaza le dio una vuelta de tuerca a su equipo. Granger y Fran, su pareja de oro, la que aplica el pick and roll de forma brillante y casi natural, volvieron ansiosos a la fiesta de Stefansson , y el recibimiento fue duro. Porque Jaime Fernández y Xabi Rabaseda querían amargar la noche al Unicaja: 72-74. En ese momento, al equipo malagueño no le importó entrar en el cuerpo a cuerpo. A esas alturas ya se sabía superior. Granger anotó a seis metros y Aradori, quién si no, respondió con un triple. Y ahí, el Estudiantes no subo cómo atacar al mejor equipo de esta ACB. O el mejor equipo de la ACB supo atar de pies y manos al «Estu»... Lo cierto es que del intercambio de golpes se pasó al intercambio de errores. Perdió la bola Markovic, los colegiales devolvieron el regalo. Y Granger, en otra penetración, volvió a errar. Pero el dueño de los aros y de los tableros, Fran Vázquez, hundió para siempre las esperanzas locales e impulsó al cielo de Madrid al equipo, con un mate que dejó el partido en el bote: 76-82, a 54 segundos de la conclusión.

Stefansson redondea su exhibición

El partido se acabó ahí. Hubo, eso sí, algo de incertidumbre. Porque con 78-82, a 14,2 segundos, Granger quiso darle vidilla al equipo donde se formó y falló dos tiros libres. Pero en su intento por llegar cuanto antes al aro malagueño, Rabaseda se encontró en su camino con Stefansson, que redondeó su espectacular último cuarto forzando la falta y matando las leves opciones de los del Ramiro de Maeztu. La Demencia no interpretó un tiempo de Plaza, a cuatro segundos, con 78-82 y banda para el Unicaja. Y la anécdota la puso Toolson, que falló un tiro libre final -algo complicado de ver para un hombre de su fiabilidad- tras tres triples, y recogió su propio rechace para poner el definitivo 78-85. Otra victoria más para el Unicaja, intocable en la ACB, que tendrá ahora una semana muy larga, sin partidos, para recuperar y recargar pilas ante un tramo final que se antoja apasionante y, por qué no, puede que incluso histórico.