El Unicaja repitió el subcampeonato logrado la pasada temporada en el Torneo Costa del Sol, que en esta ocasión se llevó el Khimki ruso, el equipo más completo y rodado, y el que menos bajas de jugadores acumula a estas alturas de septiembre. Ganó sus dos partidos, ambos con dificultad, a Unicaja y Real Madrid. En la lucha por una especie de final de consolación, el equipo malagueño cometió menos errores que el madridista, y se llevó el triunfo por 74-73.

Alhaurín de la Torre se volcó con el equipo. Atrás, muy atrás, quedan ya los años en los que las aficiones de la provincia se volcaban y ayudaban más al popular equipo blanco. Salvo alguna excepción, Málaga entera es del Unicaja. Lo hemos visto en estas últimas ediciones. En Estepona, hace dos años. En Nerja, el pasado curso. Y anoche en Alhaurín, con 1.500 personas llevando en volandas a un Unicaja aún en construcción, con pocas ideas y sistemas en ataque y más preocupado por defender.

El Unicaja sufrió ante la chavalería blanca y entró, como si los niños vistieran de verde, en el juego que le convenía al Madrid. Su abuso del triple (36 intentos de tres por sólo 35 de dos) permitió que el Madrid se metiera en el encuentro, cuando todo estaba a favor: 43-33.

Pero el Unicaja, en vez de hacer daño dentro, no leyó bien el juego y se precipitó. Deberá trabajar mucho ahí Plaza. Su nueva idea es jugar a la carrera. Correr, correr y correr. Pero no confundir jugar rápido con precipitarse va a ser vital, y seguro que llevará un tiempo de pruebas y aclimatación. Soluade, Alberto, Smith o Jackson son flechas que cruzan la pista a toda velocidad. No aprovechó ayer el equipo la mayor capacidad física de sus hombres altos. El Madrid tiene torres como Ndiaye o Dos Anjos, pero son chicos aún sin formar. El 25% en el tiro de tres (9/36) permitió al Madrid entrar en el partido. De la mano de sus dos únicos profesionales (Carroll -28 puntos- y Thompkins -17-) y de un niño llamado Luka Doncic.

El esloveno, con sólo 16 años, es una pasada de jugador y, si no se «malea», llegará a donde se proponga. Inauguró el partido con una canasta inverosímil por detrás del tablero e hizo de todo: subir la bola, pasar, tirar, correr... 15 puntos y 10 asistencias para él, con las ocho pérdidas que nos hablan de su increíble juventud.

Confundir rapidez y precipitación

La precipitación del Unicaja hizo que el Madrid, plagado de niños, tuviera incluso un tiro para ganar el partido. Con 72-70, a 6 segundos, Carroll lanzó de tres para poner a los de Pablo Laso por delante. Pero su tiro lo escupió el aro, Thomas fue al tiro libre (74-70) y ya sobre la bocina anotó Thompkins un triple estéril (74-73).

Ganar siempre es bueno, también en pretemporada. Refuerza el trabajo, hace ver que se camina en la dirección correcta y resulta muy gratificante y revitalizante. Y mucho más si es ante el todo un Real Madrid. Aunque sólo tenga a dos jugadores profesionales, más el niño prodigio Doncic.

El Unicaja enseñó detalles de lo que quiere y pretende ser. Pero está, lógicamente, a años luz. Se echa mucho de menos a sus bases titulares, los kilos de Hendrix dentro de la zona y la versatilidad de Kuzminskas. Y los nuevos aún tienen que adaptarse. Smith comenzó anoche con 10 puntos consecutivos y se llegó a 16 (máximo anotador cajista), siendo muy agresivo en defensa, robando bolas y pasando el balón. Edwin Jackson fue menos vistoso que en Álora, ante el Khimki, y no tuvo suerte en el tiro. Tampoco estuvo brillante Dani Díez, mejor en su debut. Aunque todos sumaron y colaboraron.

Plaza dio muchos minutos al pívot rumano Cristian Uta (13:27), de sólo 17 años, reservó a Fran Vázquez (17:06) y alternó por dentro con Will Thomas y Carlos Suárez. El madrileño dio un pequeño susto por un golpe en la rodilla izquierda que se quedó en nada. Karahodzic se pasó casi 15 minutos en pista, y el africano Viny Okuo deberá esperar al torneo de la próxima semana en Francia para debutar. El Unicaja está en obras. Nada raro con sólo tres semanas de trabajo. Pero lo que deja ver tiene buena pinta.