Edwin Jackson estaba aturdido, noqueado, perdido. El martes, tras la vuelta al trabajo, abandonó el vestuario del Martín Carpena con la cabeza agachada y diciendo que se sentía sin confianza. Un responsable del Unicaja se marchó con él camino al parking, agarrado al hombro, como el que trata de sacar del pozo a su mejor amigo. El exceso de ansiedad, las ganas de agradar, la presión autoimpuesta por el exescolta del Barça le tenían maniatado. Ni sus tiros entraban ni sus penetraciones encontraban buen final. Su lenguaje gestual indicaba incluso su estado mental, de abatimiento, de destrucción.

Jackson trató de dejar atrás estas malas sensaciones. En vísperas del Día de Todos los Santos, como si se tratara de la Noche de San Juan y el francés quisiera deshacerse de sus fantasmas, como en la noche de los «Júas», quemando lo malo y quedándose con lo bueno. Edwin pasó por peluquería y se olvidó de crestas y de historias, de todo lo que pudiera distraerse. Llegó al partido sin un pelo en la cabeza. Rapado al cero. Pero, al contrario que Sansón, el mismo que era capaz de luchar y derrotar con los leones armado únicamente con sus manos, su corte de pelo le ha venido de fábula. Jackson, lejos de perder la fuerza, se ha recargado de energía positiva. Y ayer, ante la visita del Darussafaka Dogus, del nuevo rico de Europa, cuyo propietario posee una fortuna que supera los 1,5 billones de euros, Jackson por fin ejerció de líder.

Sacó al Unicaja del atasco en el que se había metido durante el primer cuarto. Con 16-20, el galo anotó una canasta de dos, después transformó el primer triple del Unicaja en todo el partido y, tras una canasta de Fran, convirtió su segundo intento desde la línea de 6,75 metros. Esos 10 puntos consecutivos noquearon al Darussafaka: 26-22. Desde entonces, el Unicaja ya fue siempre por delante en el marcador. Ya nunca permitió a los turcos ni a sus millones mirarle desde una posición de inferioridad. Y, la buena noticia, es que Edwin Jackson contagió en su camino a esos compañeros que, al igual que él, están sufriendo muchísimo en el arranque de esta temporada.

Jackson subió a su carro, primero, a Fran Vázquez. El gallego fue el Fran de siempre. Superlativo en los dos lados de la pista, el pívot volvió a volar, a sentirse importante, a anotar puntos. Ni siquiera el partidazo de Erden, un pívot grande muy complicado de defender tanto para él como para Hendrix, le frenó en su frenesí. Si Jackson se sintió cómodo, si mostró lo mejor de sí mismo, desafiando incluso la leyenda de Sansón, el de Chantada fue otro vértice del triunfo.

Fue, en verdad, la victoria de los «otros». Porque tanto Dani Díez como Carlos Suárez, «otros» a los que les está costando arrancar y ayudar con más solvencia, firmaron también sendas participaciones maravillosas. Díez, en ese segundo cuarto en el que Jackson se destapó con tres triples, colaboró con dos más e hizo que el Unicaja se marchara al descanso 44-37.

Fue una jugada de pillos, que dejó retratado al Darussafaka. Un equipazo lleno de nombres de relumbrón al que aún le falta un trecho para llegar a ser el equipo que es ya este Unicaja de Joan Plaza.

Suárez fue el más listo de la clase en un saque de banda en su campo y mandó un balón 15 metros más allá, donde Díez esperaba para anotar debajo del aro turco. La victoria era un gran premio, con un director de orquesta espectacular como Markovic, que buscó siempre la jugada adecuada, que supo leer el partido. Y aún tuvo más energías el Unicaja tras la reanudación. Tanto, que Mahmuti tuvo que parar el partido con 50-39. Entre Bjelica y Preldzic trataron de sujetar al Unicaja (52-46), pero el Unicaja estaba muy vivo, especialmente en defensa, capitaneado por Suárez. Un mar de brazos hizo fracasar al Darussafaka, al que no le sirvió ni su zona ni una despensa repleta de jugadorazos. Esta vez, los «otros» lograron mantener detrás de la línea al enemigo, con Jackson estelar. Con 58-51, otras dos canastas del galo llevaron al equipo al 64-53. Y aquí, Will Thomas dejó el partido en casa, en Málaga: 81-69.

Comenzar con 3-0 en la Euroliga es una pasada. Y casi que dan ganas de llorar de alegría ante la visita del Sassari, la posibilidad de un 4-0 y tener el Top 16 en el bolsillo...