El Unicaja guardó en su armario el traje de la Euroliga, el que luce con orgullo y lucidez por toda Europa, a pesar de que la competición le haya echado, invicto tras cinco partidos, y se puso el de los domingos, el de los fines de semana, el de la ACB. Es paradójico ver al Unicaja sin tensión ni intensidad, verle palidecer en la competición española. Ni para mi peor enemigo desearía el viaje que se ha pegado el Unicaja para venir de Moscú. Llegar a Sevilla, sin descanso, enlatados y sin preparar el partido. Pero la semana que viene ocurrirá lo mismo, con peores combinaciones aún de vuelos, de Bamberg (Alemania) a Andorra, pasando por Nuremberg y Fránkfurt (Alemania), haciendo escala en Barcelona (España -mientras no se diga lo contrario­-) y autobús hasta Andorra.

Y ya no se puede permitir más despistes el equipo verde. Entrenado y dirigido por Joan Plaza, aunque con nulos síntomas de su «mano». Porque a Sevilla venía el equipo con las sensaciones encontradas y el subidón de Moscú, pero no estaba preparado, ni mucho menos, para encajar 94 puntos por el cuadro de la capital andaluza. Eso es una barbaridad. Seguro que en su plan de partido sí que entraba la opción, la posibilidad, de sumar esos 84 para tener opciones reales de ganar. Pero si permites que el Baloncesto Sevilla te pinte la cara de principio a fin, sin solución de continuidad, estás abocado al desastre. Y eso ya se veía en el intermedio.

Porque al descanso del partido, la sensación era realmente extraña. El Unicaja perdía 48-36. Y uno no sabía si contentarse, porque podía haber sido mucho peor (34-18) o respirar agitado y con rabia, porque Germán tiró del carro, con un gran Alberto Díaz en defensa y ataque: 42-35. Pero el 48-36 dejaba, sobre todo, lecturas negativas. Que el Baloncesto Sevilla te haga 48 puntos en 20 minutos es muy delicado.

Que Nachbar se disfrace de Teodosic o De Colo, con 15 puntos en el primer cuarto era de traca. Mucho por mejorar tenía el Unicaja. Al que, todo hay que decirlo, tampoco ayudaron los árbitros. Recuerdo que un entrenador muy sabio me dijo un buen día que los árbitros se dejan llevar por lo que ven en la pista. Ni te dan ni te quitan, salvo contadas ocasiones. Los tres del pito (Pizarro, Peruga y Cagide) vieron ayer que los que daban bocados, los que iban a por todas, los que arañaban, eran los locales. Los que vestían ayer de verde, los sevillanos. Hubo un par de faltas que más bien parecieron flopping. Hubo una antideportiva de libro a Jamar Smith. Y hubo una falta de ataque a Germán Gabriel que aún es complicado de explicar.

Exhibición de Nachbar

Pero no fueron los árbitros, ni mucho menos, los que habían decidido durante los 20 primeros minutos. La exhibición de Bostjan Nachbar había sido sensacional. Ni Thomas ni Suárez pudieron con el esloveno: 18 puntos (4 de 6 en triples) en 13:33 minutos. Ante eso, el Unicaja no encontró soluciones. Es realmente llamativa la desconexión que sufren algunos cajistas cuando no suena el "I feel devotion" y hay que bajar al barro de la ACB y mirarle a la cara a tíos que no ganan 500.000 dólares al año. Pero los Bamforth, los Balvin, los Slokar, también saben de qué va esto. Hay un tal Berni Rodríguez que juega a esto que alucinas. Un tal Alfonso Sánchez al que da gusto ver de nuevo donde se merece, en la elite. Y con Luis Casimiro con toda una semana preparando el duelo, uno sabía todavía subiendo a Antequera que el partido iba a tener más trampas que una película de chinos.

Al Unicaja le costó entrar en partido. Es lo más normal del mundo tras viajar de Moscú, pasarte 10 horas entre avión y autobús como una conserva metido en lata y no tener tiempo para descansar, con una sesión de tiro muy ligera la tarde previa al partido. Pero esto es lo que hay. Sabemos bien que la Euroliga y la ACB exige estos esfuerzos titánicos. Y si el pasado curso, el Unicaja lo consiguió y lideró 21 semanas la Liga Endesa, hay que exigir de nuevo que haya un plan «B», que se gane, con más o menos solvencia los domingos. Por la mañana o por la tarde. Y, sobre todo, teniendo a 250 malagueños en San Pablo.

Los dos triples de Markovic y Kuzminskas (50-42) abrían otro horizonte. Aunque lo importante estaba atrás, en la defensa. Y ahí había poco brillo. El Unicaja comenzó a meterse en el partido. Lo hizo a arreones, pero lo hizo. El 59-55, tras un robo, marcaba el camino hacia el éxito. A Thomas le birlando un dos más uno de manual y Nedovic dejó el partido 63-57. Luego el serbio se equivocó. O el que le permitió hacer de su partido una guerra contra el mundo, contra todo el Baloncesto Sevilla. Acabó en el banco con el tobillo metido en hielo. El equipo concedió dos rebotes y se evaporó. De forma increíble. Toda la seriedad mostrada hasta entonces se evaporó. Se fue al traste. El equipo se vino abajo. No hubo opciones. Triples de Bamforth, desconexión increíble... y otra vez con el partido patas arriba: 87-71. Ver para creer. De perder por cuatro puntos (59-55) a tener el partido perdido. Markovic maquilló de tres. Pero el Unicaja ni mereció ni fue capaz de tener, siquiera, opciones.

Entramos en una nueva semana de doble viaje. El viernes, visita a Alemania para medirse al Bamberg. Y el domingo, partido de Liga en Andorra. Un fin de semana de lo más exigente para un equipo demasiado irregular.