El Brose Basket recibe mañana al Unicaja buscando una victoria que le consolide en el tercer puesto del grupo y mantenga su ventaja sobre el Maccabi. El cuadro hebreo es ahora el señalado por los alemanes en la lucha por el cuarto puesto que clasifica para el Top 16. Y al frente del equipo de Bamberg, en la Baviera alemana espera un tipo peculiar, el coach Trinchieri.

Andrea nació hace 48 años en Milán y descubrió el baloncesto en Croacia. Su familia veraneaba en Opatija, una localidad en Istria (Croacia) a sólo 110 kilómetros de la italiana Trieste. Allí, verano tras verano, sus amigos de los Balcanes le calentaban la cabeza con las grandezas de un jugador extraordinario llamado Drazen Petrovic. Entre la playa y su casa este «ladrón de ideas» como se autodefine, decidía su futuro en la vida y lo tenía claro, el baloncesto. Con 11 años empezó a jugar y no lo dejaba ni en el frío invierno de Milán. Unos guantes le servían para continuar botando el balón por las frías calles de la ciudad italiana. Una pasión que le causó problemas en su juventud. Su padre americano y cónsul estadounidense en Milán quería que fuera a estudiar a Harvard, donde él se había licenciado, pero Andrea no quiso. Quizás la sangre de su madre, croata de ascendencia montenegrina, pesó más en su decisión. Con 18 años decidió que no era lo suficientemente bueno para triunfar de corto y cogió la pizarra de entrenador.

Trinchieri es un trotamundos formado en la escuela italiana y serbia de baloncesto. Habla italiano, serbio, ruso, inglés y algo de griego y alemán. Fan de Popovich pero firme defensor de los entrenadores europeos. Andrea repite sin cesar que los mejores están a este lado del atlántico. Define el baloncesto como el deporte más inteligente, más impredecible y emocionante del planeta. Es un entrenador muy exigente y con una mano izquierda bastante corta. Andrea siempre es muy directo. «No me despierto con el objetivo de ser amable con la gente y sé que no lo soy.

Tengo claro lo que tengo que hacer y voy directo al grano. Las relaciones públicas no son mi fuerte. Soy una extraño en el mundo del deporte donde abundan los pre-cocinados, todos dicen lo mismo». Sus análisis de la realidad le han granjeado amigos y enemigos por igual en Italia: «El baloncesto italiano es malo porque además de dinero carecen de ideas. Si no hay dinero para hospitales no puede haberlo para el baloncesto. Si no tenemos ideas vamos directos al olvido. Donde hay un problema siempre hay una oportunidad», y en Rusia: «Tienen mucho dinero pero la calidad de los jugadores es más baja. Mi único objetivo es llegar a mañana, llegar vivo a casa todos los días. Pasamos más tiempo en el aire que en el suelo. Las distancias son tan largas que cogemos de 4 a 6 vuelos cada semana».

Fuera de las canchas se ha hablado mucho de su ultramoderno loft en el centro de Milán en un edificio de más de 100 años. Las fotos de su «apartamento» de 200 metros cuadrados salieron en el New York Times por su inspiración en la ciudad de los rascacielos. En la cancha busca el predominio el colectivo sobre el individual. «Hacemos demasiadas guerras para gallinas, todo el mundo piensa en sí mismo. Debemos trabajar como colectivo».

El paso adelante de Nicolo Melli ha disparado al Brose, el fichaje de Leon Radosevic puede confirmar a un equipo que llama a las puertas de la siguiente fase y será un durísimo rival mañana. Suerte.