La visita del Maccabi Tel Aviv a Málaga siempre va acompañada de cuestiones un tanto «especiales». Las medidas de seguridad se aumentaron para evitar cualquier situación que pusiera en riesgo tanto la celebración de la séptima jornada de la Euroliga, como sus prolegómenos.

Los accesos al Palacio de los Deportes congregaron a las fuerzas policiales y miembros de seguridad para llevar a cabo los pertinentes registros de acceso, sin embargo, el público cajista respondió con calma y tranquilidad ante la llamada de alerta. Las gradas registraron un récord de asistencia en competición europea esta temporada, 8.548 espectadores, que se lo pasaron «bomba».

Los aficionados acudieron al Carpena con un único objetivo: apoyar a su equipo a certificar la clasificación al Top 16 ante uno de los históricos de la competición, el Maccabi Fox Tel Aviv. Otro de los alicientes del partido era ver cómo reaccionaban los aficionados en las gradas. Como buenos chef pusieron, en instantes previos, los ingredientes de un caldo de protestas. En varias zonas del Pabellón, hubo pancartas en forma de billete con la cara de Bertomeu en el centro, el último ingrediente que se le añadió al plato malagueño.

Con el caldo en su punto óptimo de cocción, llegó el momento más esperado del partido: protestar por la expulsión del Unicaja de la máxima competición europea de clubes. Un equipo que lleva 11 años ganándose en la pista, con sudor y esfuerzo, su abono al Top 16, no puede ser desprestigiado en los despachos. Y el punto máximo ebullición se alcanzó cuando el himno de la Euroliga sonó por la megafonía del Carpena. Los pitos ensordecedores de la afición silenciaron la melodía resaltando el descontento de una afición dolida en su orgullo.

Una vez servido el caldo de protestas contra la Euroliga y su máximo dirigente por el desplante al Unicaja, el aficionado ocupó su lugar y se dispuso a disfrutar de un cena de primer nivel que no dejó a nadie indiferente. El sabor dulce y penetrante del juego cajista conquistó el paladar de sus incondicionales, que no dejaron de alentarnos en su esfuerzos con cánticos y palmas.

Entre plato y plato, con el conjunto de Joan Plaza dominando el marcador, se coreó en las gradas: «Málaga es de Euroliga». Y en los momentos de respiro, los aficionados desplegaron pancartas con el mismo mensaje y en otros se reflejó: «Bertomeu Cortijero».

El postre perfecto a una velada tranquila fue un dulce llamado «victoria». Los cajistas demostraron un comportamiento ejemplar y no alteraron el orden en ningún instante. Hablaron en el momento que debieron hacerlo y después, se dedicaron a hacer lo que mejor saben, apoyar a su plantilla. En el otro lado de la mesa, los pocos aficionados israelíes que acudieron al Carpena, brillaron por su respeto.

La alarma por la seguridad del partido quedó solo en una anécdota dentro de la disputa de un choque más, fijado en el calendario de una competición exigente. La calma, el respeto y los aplausos se impusieron una vez más al riesgo por altercado.