Mensaje recibido, coach. La plantilla del Unicaja ha respondido en la pista al ultimátum lanzado por Joan Plaza el miércoles en la sala de prensa del Martín Carpena. El entrenador, el «jefe», había dicho públicamente que el que no quisiese esforzarse, sufrir, trabajar y servir al equipo, podía pasarse por las oficinas de Los Guindos para «firmar el papelito» de su finiquito y «marcharse a casa». Para jugar en el Unicaja, exponía el entrenador, había que dar mucho más de lo que la plantilla estaba ofreciendo. Ese mismo mensaje público ya lo había lanzado el técnico en un par de entrenamientos, en privado. En el fragor del día a día, Plaza les dijo a sus hombres que las puertas de salida estaban abiertas. Luego, trasladó su discurso a la prensa.

Y el vestuario ha hablado alto y claro. Nadie quiere saber nada de «papelitos». El proyecto está sano, quiere crecer con fuerza y seguir dando alegrías al Martín Carpena. Era una semana complicada, tras el plebiscito abierto por Plaza. Y el equipo respondió con creces a las expectativas generadas por su coach. Saldó con sobresaliente la visita del Maccabi, un equipo con la misma dosis de talento que de anarquía. Y, ante el Movistar Estudiantes, que venía con tres derrotas seguidas, pero compitiendo hasta el último segundo ante Real Madrid, Joventut y Obradoiro, ejerció también de rodillo. El Unicaja estuvo soberbio. Con un Richard Hendrix que despejó todas las dudas sembradas en la ACB, donde su rendimiento bajaba, para llevar al equipo a una cómoda renta: 23-13.

Y después, con seis triples consecutivos, del propio Hendrix, Will Thomas, Jamar Smith, Alberto Díaz, Germán Gabriel y Markovic -ya en el tercer cuarto-, los malagueños finiquitaron el partido: 48-25. Una máxima de 23 puntos que dejaba claro que el equipo sí se había tomado el partido en serio, como ante el Maccabi, y que hay ganas y fe por reconducir el proyecto. Con los dos pies ya en el Top 16, ahora hay que centrarse en estar en la Copa del Rey. Y la victoria de ayer, qué duda cabe, ayuda muchísimo.

De paso, el Unicaja ha aparcado cualquier atisbo de esa «minicrisis» que azotó al equipo, con tres derrotas consecutivas y malas sensaciones, bajando los brazos y no compitiendo, algo prohibido en el diccionario de cabecera de Plaza. Así que para olvidar los malos rollos y, pensando también el average -que para estar en la Copa puede ser un factor clave-, el Unicaja no tuvo contemplaciones.

La valoración, cuando el equipo malagueño marcó la que era entonces la máxima del partido (53-28, min.24), era de 72-16. Una exageración que dejaba muy claro qué estaba ocurriendo en la pista. Un triple de Kuzminskas elevó la renta a los 27 arriba: 57-30. El Carpena, mientras, disfrutaba de lo que veía. Ojos como platos, espíritu juguetón y saltando en pleno tiempo muerto. Hay que aprovechar el momento. Y es que, en la ACB, salvo en la visita del Fuenlabrada, el equipo no había dado esa imagen de manifiesta superioridad, de control absoluto. Y, lo mejor, de tener hambre. De querer devorar al rival. De tratar de ganar por 20 puntos en vez de por 15. O por 25 mejor que 20. Esa hambre desmesurada, muy habitual en los equipos de Plaza, no se había visto aún esta temporada. Y era algo muy preocupante. Ayer, el equipo siempre quiso más. Defendió más y reboteó más.

La imagen de Dani Díez, capturando el tercer rebote consecutivo en un ataque en el aro del «Estu», con 61-34, y levantando el puño tras recibir una falta, fue muy significativa. Y un resumen perfecto de que lo este partido era ya un tema personal, una cuestión de orgullo. Lo dejó claro todo el equipo, con acierto exterior y también con robos, anticipación y atrevimiento. Y marcando máxima tras máxima: 65-34. Y, en la salida del tercer cuarto, dos nuevos puñales desde el arco de 6,75 metros, de Smith y Nedovic: 71-36.

Ese último cuarto, por cierto, arrancó con Germán Gabriel en el cinco titular. Esos minutos que no ha tenido y que le han llevado a pedir su marcha del equipo, sí los tuvo ayer, en forma de despedida.

El mensaje de Plaza fue claro ayer con todos. Por eso, no perdonó a Jackson un par de malas decisiones y le mandó al banquillo a los pocos minutos de hacerle jugar. Porque el average copero era y es muy importante. Y del 77-44 se pasó al 77-51 en un abrir y cerrar de ojos. Germán hizo bailar sus pies, ya por última vez con la camiseta del Unicaja, y Díez anotó de tres: 84-54 (a 3:14). Entre mate y mate de Mitchell, Nedovic demostró que él tampoco quiere firmar el papelito.

El partido acabó con el Carpena haciendo la ola y una gran victoria (89-59) que sirve para afianzar las bases del proyecto. El vestuario, visto lo visto, sí está comprometido. Y Germán se despidió con una gran ovación. Como él se merece. Muchísima suerte a partir de ahora.