El baloncesto, en ocasiones, te da regalos inmensos, imprevisibles, maravillosos. Te transforma partidos perdidos en retos increíbles. Te pone 24 puntos abajo contra el FC Barcelona, con la esperanza perdida. Sin opciones, sin recursos y sin fe. E, impredeciblemente, se transforma en un regalo. El Unicaja obró ayer ese pequeño milagro. Mejor dicho, casi. Convirtió su propio desbarajuste en una obra de arte. Inició una remontada que parecía inviable en el minuto 18, con ese 20-44. Y, a partir del 45-61, se subió en una montaña rusa de emociones. El partido fue de esos que te suben por el estómago, te crean un estado de excitación bestial y te enganchan a la butaca. Y se puso 70-66. Un parcial de 25-5. Frente al Barça. El mismo que en la primera parte había despellejado vivo al Unicaja. El mismo que había llegado al Carpena con urgencias. No en la clasificación, por supuesto. Era un tema simplemente de horario. Cogía el último avión a Barcelona y tenía que terminar el partido cuanto antes. Y así lo hizo. Como en la final de la Supercopa. Ahogó al Unicaja con su defensa y su agresividad, repitió una y otra vez el pick and roll base-pívot, tuvo un tremendo acierto en el tiro fruto de los desequilibrios creados con su ataque y ridiculizó ayer al Unicaja en esa primera mitad.

Ese «meneo» en toda regla entró en una puerta giratoria que hizo a ambas escuadras cambiar sus papeles. En la segunda mitad era el Unicaja el equipo resuelto, lleno de soluciones, acertadísimo, imprevisible. A partir del 36-57, tras un triple de Perperoglou, el Unicaja regresó de las tinieblas. A lomos de dos caballos desbocados, cada uno en lo suyo. Nemanja Nedovic en la plasticidad, en la potencia, en la belleza y el estilo. Y Jack Cooley en la fiereza, en la tenacidad, el trabajo, la garra y la pasión. Fueron los dos pilares en los que el Unicaja apoyó la construcción de un imposible. De una de esas remontadas épicas, históricas. El de anoche es ya uno de esos tantos partidos que se recordarán en el tiempo. Y ni la mancha de la derrota podrá borrar lo mucho y bueno que se vivió en el Carpena.

Esos 24 puntos abajo quedaron reducidos a la nada. Cooley abrió el muro de esa barrera psicológica de los 10 puntos (52-62). Dani Díez por fin apareció en un partido de los de verdad, con puntos decisivos. Nedovic siguió sumando y Edwin Jackson colocó al Carpena en estado de ebullición a 6:40 del final: 57-62.

Un triple de Díez dio paso a la que probablemente será una de las jugadas del año en la Liga Endesa. La canasta de Nedovic es también, desde anoche, una paginita más en la larga historia malagueña en la elite. El base capturó un rebote largo tras triple fallado por Doellman, ensilló el caballo y galopó hasta el aro contrario. En su camino eludió a Pau Ribas y cuando se encontró con Perperoglou dio tres zancadas desde el arco de 6,75 metros para impulsarse hasta el cielo de Málaga. El mate fue estratosférico. Puro caviar. Si aún no han visto la imagen pásense por la web de este periódico. Desde 10 minutos después de que acabara el partido está colgada la jugada del partido e, insisto, de la temporada.

El dos más uno colocó al Unicaja a un solo punto y después Hendrix cumplió con las premisas de las remontadas: ponerte por delante. Así lo hizo: 65-64, a 4:21.

El Unicaja llegó a tener una máxima de cuatro puntos: 70-66, tras otra canasta de Hendrix. Y es que el americano fue un verdadero bastión en ataque, pero en defensa comenzó a flaquear, y por ahí se mantuvo el Barça con vida. ¿Quizá con Cooley, más fuerte físicamente que Hendrix, no hubiese tenido tantas facilidades? Es una reflexión en voz alta, sin más. Tomic sacó hasta tres faltas, una detrás de otra. Y fue al tiro libre. Bueno, en realidad sacó una cuarta, en defensa. Si Pérez Pérez había hecho el ridículo pitándole flopping a Nedovic cuando Doellman le dio un codazo en la cara, luego Peruga rizó el rizo señalando falta de ataque a Tomic cuando Hendrix le había ganado la posición. Esa jugada llegó a 1:02, con 50-50, tras triple anterior de Doellman. Arroyo se mostró infalible desde el tiro libre (hizo unos pasos de manual) y Dani Díez se precipitó al lanzar un triple que no tocó ni el aro. Una mala decisión tras un gran partido del alero. El partido se fue para Barcelona (77-81), aunque dejó imágenes imborrables ya, y luego Plaza atizó fuerte a los árbitros, como nunca se le había visto en Málaga.

El club protestará ante la ACB, aunque ya nada ni nadie podrá transformar la derrota en triunfo. Lo que sí que queda es esa tarde inolvidable y la sensación de que este Unicaja es capaz de ganarle a cualquiera. El problema sigue siendo la irregularidad.