El Unicaja mantiene viva su esperanza copera, aunque siga abocado a una agonía que tiene pinta de que no terminará hasta el último segundo del último cuarto del último partido de esta primera vuelta, dentro de dos jornadas, en la pista del Real Madrid. Habrá que ganar antes, eso sí, el fin de semana que viene, al Gipuzkoa -otra vez en el Carpena- y después «matar» ya la primera vuelta en la cancha merengue, el domingo 24, a las 12.30: el día «D» y la hora «H» del ansiado viaje con destino A Coruña.

De momento, el ultimátum contra el Obradoiro de ayer se saldó con mejor resultado que sensaciones. La verdad es que el Unicaja fue ayer muy superior al equipo de Santiago todo el partido, pero volvió a pecar de falta de instinto «asesino» y al final acabó pidiendo la hora, empeñado en estrellarse en una defensa zonal del Obradoiro que hizo sudar la gota gorda a equipo, staff técnico y grada.

Fue, como casi siempre, un partido irregular. Nadie puede decir que el triunfo no fue merecido, pero la imagen no mejoró excesivamente respecto a días anteriores. También hay que asumir que ahora lo único importante es ganar, el jogo bonito queda para otros con más victorias, mejor dinámica y, sobre todo, más confianza. El que quiera espectáculo, desde luego, que no lo busque, por ahora, en el Carpena.

Sin casi tiempo para digerir el tropiezo in extremis en el OAKA y sin tiempo material tampoco ni para descansar ni siquiera para entrenar, hay que ser positivo. El equipo le puso corazón ayer a una finalísima que no estaba en las previsiones de la hoja de ruta verde cuando arrancó la Liga y que hubo que afrontar sin el más mínimo margen para el error. La necesidad obligó desde el salto inicial a ir a por el partido y a mejorar lo más posible su average. Lo primero se consiguió, lo segundo podría haber sido mejor... pero también peor.

El Unicaja tuvo una puesta en escena ideal. La mejor posible. Un inicio soñado para recargar la autoestima de la tropa. El equipo defendió con intensidad, dominó el rebote, corrió y vio aro. Semejante ecuación de tantas cosas positivas juntas provocó una ventaja muy cómoda desde el arranque (7-3, 15-6, 17-9). Dani Díez se puso la camiseta de mejor jugador nacional de la pasada Liga y jugó sus mejores minutos en ataque de la temporada. El rival, también hay que reconocerlo, ayudó con su poca oposición, sus pérdidas de balón y su escasa paciencia para atacar.

La sangría fue a más tras el primer descanso. Kuzminskas levantó el Carpena con dos acciones consecutivas de 2+1, que dispararon a los verdes en el marcador, 25-11, a 8.01 del descanso. El Obradoiro entendió entonces que ése no era el camino. Se puso el mono de trabajo, comenzó a defender y al menos se mantuvo con opciones al llegar el intermedio, 42-31.

No varió mucho el guión tras el descanso. El dominio local fue total, pero sin «sacar» al rival del partido en ningún momento. Los gallegos mejoraron e incluso llegaron a acercarse a 7, 49-42. El último cuarto arrancó con un 9-2 que tampoco valió para rendir al rival. A partir del 64-49, cambió el panorama. El «Obra» se refugió en una defensa zonal que apagó las ideas de los verdes. Lo que parecía imposible se hizo real con el 69-65, con poco más de dos minutos por delante. El equipo y el Carpena sufrieron de lo lindo, aunque esta vez los tiros libres sí entraron y el partido se pudo cerrar con el +8 final.

El primer objetivo está cumplido. El Gipuzkoa será el próximo rival. Antes, hay que aparcar la lucha por la Copa y encarar la del Top 8. El Cedevita llega el jueves.