Joan Plaza le dio un plazo para que se adaptara y entrara en la dinámica del equipo. Llegó a decir públicamente que iba a «esperarle», que su talento merecía tanto la pena que le daría un voto de confianza. Pero el tiempo ha pasado y Nemanja Nedovic, el hombre que llegó como recambio natural de Jayson Granger, no termina de encajar. Fichado como base, con más aptitudes para actuar como «dos», el club incluso intentó un canje que no salió: Nemanja Nedovic al Emporio Armani Milan y Oliver Lafayette al Unicaja. Pero aquello no salió y el serbio ya supo que terminaría aquí la temporada, por lo que debía poner sus cinco sentidos en el intento.

Pero «Nedo» no acaba de arrancar, no es ni lo continuo ni lo constante que el cuerpo técnico le requiere. Hasta el punto, que Joan Plaza le dijo en un entrenamiento que desde ese momento -hace tres semanas- dejaría de actuar de base para hacerlo como escolta. No llegó a cuajar la idea. Nedovic jugó ante el Obradoiro tan sólo 3:35 minutos, siempre como escolta. Y el jueves ante el Cedevita estuvo en pista 6:53, como base.

Nedovic ha pasado de ser la gran esperanza del Unicaja al tercero en la rotación de base y de escolta. En el puesto de «uno», DeMarcus Nelson y Alberto Díaz son los bases del equipo. En el «dos», Jamar Smith y Edwin Jackson le superan en la rotación. Al jugador, un talentazo de la naturaleza, un jugador con un paso de salida y una penetración sensacional, se le ve fuera, desconectado, perdido, frío. No transmite. No defiende. No está en la misma onda del equipo.

El «combo», natural de Nova Varos (Serbia) y con sólo 24 años, excompañero de Stephen Curry en los Warriors, está marcado. «No puedes jugar con tres bases para que estén contentos los tres. Habrá partidos en los que podrá jugar y otros no. Queremos ser eficaces y ser capaces de hacerlo. Quiero tener las mismas reglas de juego para todos. Por su forma de juego salvaje puede destrozar al rival, pero ha de entender que a veces nos perjudica. Hay procesos y ocasiones en las que el colchón se te agota». Son palabras de Joan Plaza. Y él es el que manda...