­Pase lo que pase, el partido de mañana quedará anclado en la memoria de los aficionados del Unicaja. Cuando termine el encuentro en Belgrado, quizá, habrá sido la última vez en la que el equipo malagueño haya puesto pie en la mítica Sala Pionir. Un nombre que habla por sí solo. En ningún otro pabellón del mundo, se venera tanto a los ídolos y se ama al baloncesto en su versión más simple y radical. Una experiencia cuasi religiosa, que se erige como el alter ego a los grandes palacios de luces y plástico que ahora dominan la geografía, en un intento de copiar el modelo de negocio de la NBA. Si un partido de básket en la Sala Pionir no es comparable con nada, lo es, en gran parte, porque el Estrella Roja cuenta con una afición capaz de derrumbar imperios y presupuestos entre calada y calada.

Al joven serbio le gusta quitarse la camiseta. Todo se vuelve extremadamente excesivo y expresivo a la vez. Voces y sudor. A veces, el humo del tabaco se mezcla con el de una bengala. El apoyo al equipo es incondicional. A nadie se lo ocurriría perder el tiempo comiendo pipas. Aplicar el término infierno a cualquier otro pabellón en España, si se compara con lo que sucede durante un partido en las gradas de la Sala Pionir, equivale a sacrilegio. Tan ambivalente es todo lo que rodea a su afición, que sólo se puede entender desde las contradicciones propias del amor. Capaz de pasar del adulamiento extremo al odio en un abrir y cerrar de ojos. Como tantas veces pasa en la antigua Yugoslavia, las explicaciones hay que buscarlas en la historia reciente del país. Tan convulsa como rica en matices. También, para entender el fervor de una afición que hace de su pasión descontrolada su razón de ser.

En las gradas de la Sala Pionir todo pasa por lo que digan sus capos. Ellos inician los cánticos y ellos deciden sobre el contenido de las coreografías. Que el campo de fútbol del Estrella Roja esté presidido por una lápida en honor a todos sus miembros caídos en combate, indica que los Delije (Héroes) no son un grupo ultra al uso. Muchos de los que mañana estarán gritando en contra del Unicaja, han hecho el camino de las gradas al campo de batalla y, de nuevo, a la inversa.

Zeljko Raznatovic (Arkan). Arkan es la figura clave para entender lo que es la afición del Estrella Roja al día de hoy. Él fue capaz de unificar a todos los grupos minoritarios bajo el nombre de Delije. Lo que pasó después, forma parte de la historia más negra después de la Segunda Guerra Mundial. Con la muerte del compañero Tito, también murió la cohesión y el nacionalismo condujo al país a la guerra civil. Arkan reclutó entre las gradas a su unidad paramilitar que se dio a conocer por el nombre de Los Tigres de Arkan. Durante la guerra se convirtió en el ídolo de los criminales de Belgrado. ¿Por qué? Porque fue mafioso y policia a la vez. Aún quedan muchos que hicieron estragos en la Guerra del Kosovo a su lado. Algunos volverán a hacerlo mañana en la Sala Pionir. Con igual fervor.