Cuando esta tarde llegue el Unicaja a la Sala Pionir, una hora y media antes de que comience el encuentro, en las gradas del pabellón de Belgrado, con capacidad para 7.000 aficionados, habrá ya más de 1.000 almas, todos puestos de pie sobre sus asientos, comenzando su particular partido. En el momento en el que el equipo de Joan Plaza inicie el calentamiento en el parqué del cubil de Belgrado ya habrá más de 4.000 aficionados. Aplaudirán a rabiar a los suyos, entonarán su himno, sus cánticos, transformarán la atmósfera del Pionir. A partir de ahí comenzará el particular infierno que ayer advirtió el excajista Vladimir Stimac en una entrevista en La Opinión. Y que el día anterior ya confesó DeMarcus Nelson, exjugador del Estrella Roja durante dos temporadas, en estas mismas páginas.

El Unicaja ha tratado de entrenar para lo que se va a encontrar en Belgrado. Joan Plaza ha preguntado a sus jugadores en los últimos días cuáles no habían jugado nunca antes en la Sala Pionir. Les ha advertido de lo que se van a encontrar allí. El ambiente ensordecedor que habrá antes y durante el encuentro. Y el Unicaja ha preparado diversas opciones para «pelear» contra los elementos.

Los bases, conscientes de que la comunicación verbal en la pista será imposible, tratarán de «exagerar» en la marcación de jugadas. El «uno» del equipo, mientras suba la bola, deberá anticipar la jugada casi desde el propio campo del Unicaja, marcando sistemas y exagerando incluso los gestos. Todo lo que sea necesario para que los otros cuatro compañeros sepan bien lo que el base ha «cantado», pero esta vez no por su voz, si no a través de su gesto, de lo que marquen DeMarcus Nelson y Alberto Díaz. O el propio Nemanja Nedovic, relegado ahora a tercer base, y que regresa a casa, al Estrella Roja, donde dio sus primeros pasos en el baloncesto profesional.

También durante estos días ha hecho hincapié Joan Plaza en aprovechar cualquier mínimo parón en el partido para realizar reuniones exprés en la pista. Es el momento ideal para que el quinteto pueda unirse y pueda charlar. Bien para hablar sobre la próxima jugada de ataque o bien para corregir alguna situación del juego. Esas breves reuniones se celebrarán siempre que haya algún tiro libre que permita parar el partido 10 ó 15 segundos.

Los jugadores saben que cualquier momento será bueno para poder hablar cara a cara y ser escuchado por el compañero. Alguna consulta arbitral con la mesa que detenga el juego, una caída o problema físico de algún jugador... La idea que el cuerpo técnico ha transmitido es que cualquier parón en el partido ha de ser aprovechado para poder hablar y no dejar que todas las instrucciones se transmitan a través de señales o con la marcación de jugadas.

Son las nuevas reglas que hay que adoptar en una pista diferente, donde el ruido no permite la comunicación normal y que exige un plan «b». El Unicaja lo tiene, lo ha trabajado esta semana y espera que le dé un buen resultado.