No sé qué pensarán ustedes. A mí me parece que este Unicaja no es tan malo como el equipo se está empeñando en demostrar últimamente. Sabemos que está mal construido, mal parido. Y que se está gestionando mal. Somos conscientes de que Alberto Díaz es, a día de hoy, el único base del Unicaja. Intuimos que Plaza no volvería a fichar ni a Nedovic ni a Edwin Jackson, al que él y la secretaría técnica trajeron este verano para sustituir a Granger y Toolson. Que huele a chamusquina ver a Suárez de «cuatro», porque el invento no funciona, y que tratar de competir en la Euroliga sin pívots grandes es «misión imposible». Hay cosas que se han hecho muy mal. Hay otras que se han torcido, con las malditas lesiones, con las bajas de jugadores importantes. Fue un golpe durísimo quedarnos sin Copa del Rey. Y tras empezar muy bien el Top 16 resulta complicado digerir estas cuatro derrotas consecutivas, en partidos perdidos desde antes incluso de que arrancara el último cuarto. De verdad que sigo pensando que este Unicaja no es tan malo como para perder por 14 en Belgrado ante el Estrella Roja (87-73). No es tan malo como para palmar por 10 ante el Anadolu Efes (75-85). Ni por 18 ante el Lokomotiv (64-82). Ni tan malo como para quedarte más de 20 abajo ante el Fenerbahce (80-59). Así que señores, déjense de historias, pónganse las pilas, compitan y cambien el chip.

Duele ver tan mal al Unicaja. Las sensaciones son pésimas pero es que resulta más lamentable aún repasar las estadísticas del partido de anoche en Estambul y contemplar ese patético e indigno 46% en tiros libres. Porque delante de la línea de 4,60 metros no estaba Ekpe Udoh, ni sus manos ni su salto ni su envergadura. Sólo fantasmas en las cabezas de los cajistas, que se quedaron en otro penoso 40% en tiros de dos y en un sonrojante 23% en la línea de tres.

Hay un dato que resume perfectamente lo que fue el partido de anoche en Estambul que, a ratos, era una batalla de hombres contra niños. Sólo Udoh firmó más de la mitad de la valoración de todo el Unicaja. El africano nacido en EEUU se fue a los 29 de valoración: 12 puntos, 10 rebotes y 7 tapones. Todo el Unicaja al completo, los 12 tíos que saltaron ayer a la pista del Fenerbahce, se quedaron en 49 tristísimos puntos. Para llorar...

El debate va mucho más allá de la plaga de lesiones o sobre la necesidad de realizar fichajes de temporeros, algo que no se hizo nunca en los dos primeros años de la era Plaza en Málaga, y que tan fantásticos fueron. Resumir las preocupaciones en eso suena a excusa vil, a enredo de dependiente del Gran Bazar de Estambul, a ser muy corto de miras. Y si alguien desea monopolizar la cuestión al problema de lesiones (tan real pero tan amplificado), al de los viajes y a la necesidad de fichar un exterior por un mes es que o no ve la realidad o trata de ocultarla haciendo complicados equilibrismos.

Lo que se está cociendo ahora es mucho más grave, va mucho más allá. Es extremadamente importante como para taparlo con dos tobillos fastidiados y un virus. Lo que está en juego es la temporada entera. La credibilidad de todo un proyecto. La viabilidad del curso que ya va por febrero y al que le quedan todavía más de tres meses largos. Si alguien quiere dilapidar el sueño y las esperanzas de esta afición que dé un paso al lado, firme el papelito del finiquito y se vaya por donde vino con viento de levante. Se llame como se llame. Sea quien sea. El tema comienza por mirarse a los ojos, ser sinceros, asumir que se han hecho cosas mal, rematadamente mal, pero que con errores, taras y problemas se puede hacer camino, se puede salir adelante.

El Unicaja, todos los que están ahí dentro, en ese vestuario y en sus proximidades, deben ser consecuentes, dejarse de excusas baratas y dar un paso al frente. Porque de lo contrario, lo que nos quedan son casi dos meses de basura en Euroliga y un camino inhumano hacia el matadero del play off, donde Valencia, Baskonia, Madrid o Barcelona nos van a despellejar vivos en cuartos de final. Sin piedad.

Este equipo puede y debe dar mucho más de sí. Hay mucho más talento en este plantel que el que se está mostrando. Hay más baloncesto, más humanidad, más compañerismo. Urge una reacción, experimentar otros caminos, otros métodos, darle una vuelta de tuerca a la psicología, a los entrenos... Con lo que se está haciendo, y eso está quedando meridianamente claro, no vale, no da. Con esto no se llega a lo mínimamente exigible.

Hay que darle una vuelta. O dos, ¡qué demonios! Porque los 10 profesionales que jugaron anoche en Estambul son jugadores de baloncesto. Ni son electricistas ni bomberos ni carpinteros. Son jugadores. 10 hombres. Fichados y firmados por el club, que cobran religiosamente a final de mes. Dos por puesto. Más allá, insisto, de las complicadas ausencias que había. Con dos canteranos que fueron a Turquía para echar una mano.

Insisto: creo que hay equipo para tratar de ganar al Darussafaka y jugártela a cara de perro con Panathinaikos y Estrella Roja en casa, donde la afición tiene que llenar el Palacio. Sí o sí. Sin excusas. Y si no, es que sí que nos merecemos todo esto que nos está pasando. Resetear, cambiar las mentes, ser positivos y recuperar energías en el parón copero. Eso... O ruina. La más absoluta.