Su padre le prohibía salir de casa cuando llegaba del colegio porque sabía que en las calles de su barrio en Brazzaville (República del Congo) no le esperaba nada bueno a su hijo Viny, el mayor de tres hermanos, un crío de sólo 12 años metido en un cuerpo de un hombre. «No era un barrio especialmente peligroso, pero sí había pelea de grupos, de bandas callejeras, de pandilleros», relata Viny, seis años después, con su cara enorme, sus ojos pequeños y curiosos, su sonrisa de buen muchacho y un español fluido, mientras da vueltas con sus largos dedos a un balón, que gira entre sus manos.

Pero a Viny Pierrot Marcel Okouo (10/04/97), como a cualquier niño de su edad allí en Brazzaville, le podía la curiosidad. «Cuando él salía de casa, yo me escapaba, quería ir con los otros niños». Y eso que el padre de Viny es policía. «Me decía que los niños del barrio sólo querían problemas, pero yo me escapaba. Y cuando volvía del trabajo y yo veía su coche, me iba corriendo a casa. Alguna vez me pilló», cuenta, mientras sonríe, el jugador del Clínicas Rincón, llegado a la cantera del Unicaja a los 16 años, aún en edad cadete.

A Viny le reclamaban las bandas callejeras porque con sólo 13 añitos ya superaba los dos metros de altura y era un instrumento perfecto para cometer fechorías o para minar la moral de la pandilla del barrio de al lado. Ahora, con 2,10 metros, se le ilumina la cara cuando habla de su vida en su país, junto a su hermano y su hermana, con su madre, que comercia con ropa, y su padre. Los ve un par de veces al año. Y los añora, como quien echa de menos su niñez como algo muy lejano cuando sólo ha soplado 18 velas. Sabe que su futuro necesita sacrificios. Que su vida en Málaga tiene sentido y que el baloncesto le cambiará, le hará mejor y le dará la felicidad completa. A él y, probablemente, también a toda su familia.

Viny Okouo lleva un año 2016 impresionante. El hecho de ver que compañeros de equipo como Kenan Karahodzic o Cris Uta suben de la LEB Plata al primer equipo le ha tocado su orgullo. «Yo también quiero estar ahí, quiero jugar con el Unicaja. Sé que me llegará mi momento y voy a prepararme a tope para cuando llegue», se sincera.

El pívot firmó 40 de valoración la semana pasada en la pista del Getafe (25 puntos y 16 rebotes) y hace dos fue elegido MVP de la LEB Plata con 22 puntos, 9 rebotes y 32 de valoración. Sus promedios este curso ya están en 12,2 puntos, 8,2 rebotes y 17,5 de valoración en 23:49.

Éste es su primer año como senior y parece otro jugador muy diferente al que el pasado curso apenas contaba en LEB Oro para el Clínicas. «Era diferente. Richi Guillén tenía los minutos y jugar era muy difícil. Yo estaba con ganas de salir, pero me equivocaba un poquito y me cambiaban. Él era el veterano y yo sólo júnior. Ahora tengo mi espacio», explica el jugador, que a las órdenes de Paco Aurioles y Chiqui Gil ahora, con Francis Tomé antes y con Leandro Ruiz en el júnior ha dado un giro de 180 grados.

Porque cuando Viny llegó a Málaga apenas sabía botar la pelota. «Sólo sabía hacer mates», confiesa. Romaric Belemene, alero del Clínicas Rincón, ya había fichado por el Unicaja y volvió a casa de vacaciones. «Nos vimos en el campus de Serge Ibaka y habló al club de mí. Me pidieron que le mandara una foto mía para que la viera Paco Alonso. Él regresó y yo me quedé allí. Yo tenía 14 años, a punto de cumplir los 15, y mi foto, junto a Romaric, llamó la atención. Porque yo era más grande que él, y «Roma» ya era muy grande. Me llamaron, yo les pasé a mi padre y se arregló. Me entrené duro antes de venir, porque ni sabía botar, y vine con mi padre».

Llegó a Málaga el 9 de marzo de 2013 y le encantó lo que vio. «Hay mucho sol, como en mi país», dice sonriendo. Y ese chico que sólo sabía machacar se ha convertido en un jugador con una gran proyección. De hecho, el Unicaja ya ha rechazado varias propuestas de equipos de LEB Oro para irse cedido hasta final de temporada. Quiere pulirlo a su estilo y que el chico crezca por dentro, además de por fuera, donde sus 2,10 meten miedo.

«He trabajado mucho. He aprendido a botar, las reglas del juego... Fui poco a poco. Con Paco Alonso. Y luego con los cadetes. He ido poco a poco, trabajando mucho». Y así han pasado casi tres años. La transformación del Viny que llegó y del que ahora manda en LEB Plata, baloncestísticamente hablando, es bestial. «Todos mis entrenadores me han dado confianza, hago mejor las cosas. Me ayuda mucho Boni (Ndong), sobre todo de cabeza. Y entrenar con el ACB también es importante. La gente me corrige, me aconseja. Plaza me habla. Me estoy matando para poder estar con ellos. Veo que hay compañeros ahí y tengo ganas de subir».

Su futuro está ligado al del club de Los Guindos. Su agente es Arturo Ortega y su contrato expira en 2018. Sueña con llegar a asentarse, a ser «un jugador profesional». Mientras, se entrena a diario y ha comenzado a sacarse el carnet de conducir. «Pero no quepo en el coche», se ríe. Y a estudiar inglés en una academia, tras dos años asistiendo a las clases que el Unicaja ha impulsado. Ya habla cinco idiomas: español, francés y tres de su país. «Uno de la tribu de mi padre y otra de la de mi madre, además de otro idioma del Congo». Pasa su tiempo con Romaric, con quien comparte piso, y añora a su novia, que es congoleña y vive en Francia.

Sabe que es muy duro alcanzar su sueño, «pero no es tan difícil». «Hay que tener muchas ganas de llegar arriba y yo quiero hacerlo. Los que están en el Unicaja no han hecho magia, han trabajado, como yo voy a hacer». El futuro, en sus manos.