Joan Plaza es el hombre fuerte del Unicaja. Se lo ha ganado por su trabajo en el banquillo, reflotando un proyecto a la deriva hace tres veranos y devolviendo la ilusión perdida a la grada en sus dos primeros años en Málaga. Y, aunque el presidente del club, Eduardo García, afirmó en su presentación como máximo mandatario, hace ya más de un lustro, que se había acabado el tiempo en el que los entrenadores tuvieran mando en plaza, el técnico se ha hecho acreedor de toda la confianza del club.

Se eliminó la figura de director deportivo (Manolo Rubia) y se creó una nueva de secretario técnico (Carlos Jiménez). Con opinión. Pero poco más. Sin funciones relevantes, sin poder de decisión y sin la mayor incidencia, a lo que se une su inacción. Joan Plaza es el que toma decisiones, en «consenso» con la economía del club, marcada por el presidente y su consejo de administración. Plaza es el que ficha, con el filtro de Jiménez. Que propone nombres y busca en el mercado. Y lo cierto es que no ha habido «suerte» en los últimos años, desde el aterrizaje del entrenador, el jueves 6 de junio de 2013, cuando se hizo oficial su llegada.

El propio Plaza, en su puesta de largo ante los medios, el viernes 7 de junio de 2013, ya dijo que se encontraba una plantilla en la que no podía decidir demasiado. Además de los jugadores que ya estaban en nómina, apenas pudo decidir sobre la continuidad de Marcus Williams y varios puestos más. Porque la pareja Manolo Rubia y Carlos Jiménez (el madrileño fue nombrado director deportivo adjunto ese mismo 7 de junio), ya tenían cerrado el fichaje de Mindaugas Kuzminskas y apalabrados los de Ryan Toolson y Jayson Granger. Es decir, los tres pilares del Unicaja en el último trienio ya estaban fichados cuando Plaza se hizo cargo del equipo.

Se habló de que su contratación estaba cerrada desde mucho antes de que su anunciara, pero el propio Plaza ha dicho por activa y por pasiva que mientras él dirigía al Zalgiris no llegó a ningún acuerdo con el Unicaja ni decició sobre fichajes o renovaciones.

El presidente y el gerente, Ángel Bordes, cerraron en la Final Four de Londres el fichaje de Kuzminskas por tres años y la indemnización al Zalgiris. Y, una vez concluida la Fase Regular de la ACB, ya que el Unicaja no se clasificó para el play off, Rubia y Jiménez ataron a Toolson y a Granger. El americano llegó días después de acabar con el Granca. Y lo de Granger se dilató más en el tiempo porque su agente tuvo que negociar su salida del Estudiantes, que tenía derecho de tanteo. El acuerdo con ellos estaba también cerrado desde antes de que Plaza aterrizara.

El técnico decidió a partir de entonces en esa parcela, aunque Rubia aún seguía siendo el director deportivo, y tenía poder de decisión. El técnico pidió a Rafa Hettsheimeir, que resultó un fiasco. Y pidió un «regalo»: Carlos Suárez. El presidente se lo concedió, aunque eso obligó a buscarle salida a Zoran Dragic, que se iba a ir cedido a Murcia. Afortunadamente, el UCAM apenas pagaba el 30% de su ficha y al Unicaja no le quedó otra que quedarse con el esloveno. Unas semanas antes indemnizó a Augusto Lima para romper su contrato y marcharse al propio Murcia... El pasado verano, el Unicaja estudió seriamente la opción de pagar 300.000 euros para repescarle. Plaza dio el visto bueno tras no poner pegas a su marcha dos años atrás. Lima jugará hoy los cuartos de final de la Copa del Rey con el Real Madrid.

Dos fichajes más. Plaza se encontró el equipo hecho, aunque la marcha a la NBA de Kuzmic le obligó a salir a mercado. Esperó y tuvo paciencia par fichar un «cuatro». En la última semana de agosto, el Maccabi rescindió el contrato de Nik Caner-Medley y el Unicaja se lo quedó por muy poco dinero. Una gran operación, a pesar de que el americano era «especial». Y sus sustitutos en Málaga le han hecho aún mejor. Por Kuzmic se fichó a Vlade Stimac, unos días después de la llegada de Caner-Medley. El técnico le dio confianza al canterano Domas Sabonis y también utilizó a Nguirane, Todorovic y Conde.

En el verano de 2014, Plaza hizo una importante «limpia». Rubia seguía siendo director deportivo, pero había perdido peso. Mantenía cierto poder, pero no de una forma tan rotunda como antes. Mantuvo su cargo hasta octubre, una vez que arrancó la competición. Plaza ganó peso tras un buen primer año y comenzó la construcción de la nueva plantilla con Stefan Markovic, un base director de juego para acompañar a un Granger al que no se le veía techo. Otro que ganó peso fue Dragic, que formaba pareja con Toolson. El principal quebradero de cabeza estaba en el juego interior. Plaza dio el visto bueno a Vladimir Golubovic, que fue de más a menos. Y se decició por Caleb Green y Will Thomas como «cuatros». Dos apuestas diferentes. Lo de Green salió muy mal y Thomas dio la de arena. Con la plantilla ya completa, el griego Vasileiadis se puso a tiro. Plaza apretó todo lo que pudo y el club accedió. El heleno estuvo muy lejos de lo esperado. Ni Plaza se adaptó a él ni Kostas estuvo a la altura de las circunstancias.

A punto de arrancar la temporada, Dragic se marchó a la NBA. A finales de septiembre, su recambio fue Jon Stefansson, que cumplió con creces, aunque en un rol diferente al que iba a ocupar Dragic. El refuerzo de Germán Gabriel por Nguirane fue todo un acierto.

Un verano «maldito». A pesar de una brillante segunda temporada en el banquillo, Plaza decidió cortar por lo sano. Sus éxitos le hicieron acreedor de toda la confianza de la cúpula del club y obtuvo muchísimo poder. Con un contrato nuevo y mejorado, él fue quien tomó las decisiones. Con Jiménez de «oyente» y con la única restricción marcada por la economía, echó a media plantilla.

El club cerró a Dani Díez y Edwin Jackson antes de que acabara la temporada anterior. El alero es un hombre de futuro y el francés es un inadaptado. Se decidió arriesgar en la dirección del equipo, dándosela a Nedovic, un «combo». Y la reubicación de Suárez hizo que no se fichara ningún «cuatro», más allá de un tirador como Jamar Smith, que ha resultado ser de lo poco salvable, aunque sin llenar el hueco de Toolson. Por dentro no fructificaron las ofertas a Bryant (Bayern), Mavrokefalidis (Panathinaikos) ni Todorovic (Barça) y entró en escena Hendrix, que llegó mal de forma, pasado de kilos y con un edema óseo en la rodilla tras la disputa del Eurobásket.

Se marchó Germán Gabriel en busca de minutos y se fichó a Jack Cooley, que es limitado. Luego se lesionó Markovic y su recambio fue DeMarcus Nelson, que no ha llenado su hueco. El club tuvo lucidez para obligar al técnico a quedarse con Alberto Díaz y él es quien está tirando del carro. Muchos fichajes en estos años, un total de 18. Con muchas más sombras que luces.