El Unicaja recuperó anoche viejas virtudes olvidadas, en una primera parte maravillosa, primorosa, realmente buena. A base de tocar botones, de probar cosas diferentes, de tomar decisiones, de prescindir de vacas sagradas, de airear el vestuario y caer alguno en la cuenta de que el siguiente puede ser él, el Unicaja acertó con el botón. El interruptor pasó del off al on en un santiamén. Transmitió excelentes vibraciones, haciendo muy bien las cosas, volviendo a reencontrar ese abecedario perdido. El Unicaja volvió a jugar como un equipo anoche ante el Estrella Roja, durante una primera parte y arranque del tercer cuarto primorosos. Fue solidario, se puso a defender, se pasó el balón con criterio y, de paso, recuperó para la causa a gente que estaba totalmente ida, más fuera que dentro.

Pero tras 22 minutos estupendos (49-30) volvieron los fantasmas. El Unicaja guardó los tanques, la rotación no respondió, Joan Plaza no atinó, y todos esos valores reconocibles, palpables y atractivos se transformaron en lodo, en ese fango que hemos tragado en Málaga en los dos últimos meses, y que ayer volvió a manchar al equipo. El Unicaja volvió a entregarse a la mediocridad más absoluta y lastimosa. Se hizo un tremendo lío. Plaza no estuvo acertado, los quintetos fueron caóticos y regresó ese Unicaja triste, sin pena ni gloria, alicaído, inadmisible. Espesísimo en ataque, sin ideas, e incapaz de hacer bien dos sistemas seguidos. El parcial encajado (23-48) en los últimos 18 minutos lo dice absolutamente todo.

Al Unicaja, a sus técnicos, a sus jugadores, a los que están ahí en el día a día, hasta se les había cambiado la cara, el lenguaje corporal, en esos 22 minutos mágicos. Las caras largas, los hombros caídos, los malos hábitos se habían transformado en «otra cosa». El Estrella Roja, un equipo que en su guarida del Pionir, con los 7.500 lobos que la custodian, es un equipo inexpugnable, mudó la piel y comenzó a parecerse en el segundo tiempo al conjunto que juega en Belgrado. Permitió el Unicaja que los serbios se transformaran y se rehicieran, arropados por más de 250 seguidores, repartidos en varias zonas, que vivieron momentos de tensión con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.

El Unicaja volvió a perder, cuando tenía esos 19 puntos de renta (49-30), y el partido estaba encauzado. Y lo peor es que, en el grupo menos malo del Top 16, ya está sin ningún tipo de opciones de pasar al Top 8. Ya pueden escuchar a partir de mañana historias y excusas paranormales, que ésta es la realidad. El Unicaja no logró el objetivo de la Copa del Rey y a casi un mes de que acabe el Top 16 ya está sin ninguna opción, sin ninguna posibilidad matemática, real o virtual, de pelear por el Top 8. Y esa es otra noticia tristísima. Otra más en una temporada realmente mala, en la que el equipo, lejos de luchar por los objetivos esperados, se está hundiendo poco a poco. Cuando el Estrella Roja le apretó, el Unicaja se descosió. La línea ascendente marcada hace un par de semanas queda ahora sembrada de dudas. Porque el Unicaja, cuando el Estrella Roja le exigió y le apretó, se derrumbó. Volvió a bajar los brazos.

Fue el Unicaja el dominador claro del partido: 10-4, 20-12, 41-27... hasta llegar a una máxima de 49-30, comenzado ya el tercer cuarto. Fueron minutos realmente buenos, que hace mucho que el Carpena no veía. Juego colectivo, en defensa y ataque, con un inmenso Nemanja Nedovic. El serbio, ante el equipo en el que se formó, jugó un partidazo, una verdadera exhibición. Penetró, lanzó, movió el balón... Lo hizo todo absolutamente bien en los 9:31 que estuvo hasta el descanso, con 16 puntos. A casi dos por minuto. La distancia de 19 menguó a sólo 10: 51-41. Y con los serbios, ya metidos en el ajo, no hubo forma de sacarlos. El talento en el tiro de los balcánicos hizo el resto. Guduric abrió la lata y Simonovic hizo añicos el aro malagueño, que perforó sin piedad desde más allá de la línea de 6,75 metros. Ese interruptor del Unicaja sigue averiado. Da luz a rato, se desconecta otros... Y hay pocos visos de que esto se arregle. El equipo ha mejorado respecto al último mes. Es cierto. Hacerlo peor era realmente complicado, también es verdad. Pero la «brillante» idea de fichar 10 días después de que acabara el plazo para la Euroliga deja al equipo corto de efectos en la máxima competición continental. La fiesta por los 300 partidos del Unicaja en la Euroliga se convirtió al final en un funeral. El Estrella Roja sopló las velas de la celebración. Y dejó al Unicaja sin opciones de Top 8. Muy duro...