Will Thomas tendrá que esperar. Su renovación, digo. Hasta que acabe la temporada. El Unicaja no va a presentar una oferta formal. El club tendrá sus motivos. Y a mí, la verdad, se me hacen difíciles de digerir. Will es lo mejor que le ha pasado al Unicaja esta temporada, junto con Alberto Díaz, cada uno en su dimensión. Thomas es un espectáculo en la pista y, cuentan, que entrenando es aún más bestial. Ha estado al margen del «lío» en el vestuario de Richard Hendrix. Se ha limitado a currar y a mejorar, y a ser el único jugador fiable de este equipo. El entrenador, Joan Plaza, ha pedido privada y públicamente su renovación. ¿Por qué no se le pasa entonces una oferta? Su agente, Mario Scotti, ha estado este fin de semana en Málaga. En sus conversaciones con el Unicaja, las dos partes han quedado emplazadas para una cita a final de curso. Sólo entonces se le planteará un nuevo contrato, que expira este 30 de junio. ¿Por qué esperar hasta entonces? ¿Es que el jugador no ha convencido? ¿Es que no se tiene claro que debe ser una pieza clave en el nuevo Unicaja? ¿A qué tenemos que esperar, a que llegue otro equipo con más pasta y se lo lleve, mientras nos quedamos con cara de tontos, como con Othello Hunter o Dusko Savanovic hace un par de años, como con Marko Todorovic el pasado verano? Antes de que los demás planifiquen, de que se muevan a fondo, de que conozcan a jugadores más allá de por sus estadísticas, parece sensato posicionarse y tratar de atarlo. Quizá en julio sea tarde. Quizá en julio, Hunter haya dejado ya el Olympiacos por el Real Madrid y el equipo griego busque «cuatro» y venga a cazar a Thomas. O que Dario Saric se marche a la NBA y el Anadolu Efes le haga un ofertón a Will. Y esa, a buen seguro, sí que será irrechazable para el jugador.

No sé si Will Thomas aceptará o rechazará una oferta malagueña. Pero, para salir de dudas, sería sensato hacerle dudar. Ponerle un cheque sobre la mesa. Un contrato. Un proyecto. Junto a Plaza, el entrenador que le ha hecho crecer y que está pidiendo a voces su renovación, y como parte del esqueleto del futuro equipo malagueño. No me parece que Thomas sea el típico jugador que se ponga nervioso por este asunto. Al contrario, es un tipo muy centrado. Convivir con la competición y con un ofrecimiento de tu equipo, más que contraproducente, me parece estimulante. Un espaldarazo. No es ni fanfarrón ni creído. Es un currante. Un tío que ha jugado en ligas menores y que aprecia profundamente lo que tiene aquí. Y el club ya sabe, a grandes rasgos, la disponibilidad económica que habrá. Parece que no quiere arriesgarse, que no quiera desprenderse de un buen contrato en mayo; bien porque su agente podría airearlo bien porque quiere guardar ese dinero para una inversión importante: un base y un pívot. Quizá cuando se ocupen estos dos puestos clave y el club quiera retener a Thomas ya sea tarde.