Con la entrada del mágico 1992, los Reyes Magos dejaron un regalo al club de Los Guindos. Una arriesgada apuesta que llenaba de ilusión a la alicaída afición malagueña. El 11 de enero teníamos una cita en Ciudad Jardín para disfrutar de la presencia de toda una estrella de la NBA. En el partido frente al Pamesa Valencia iba a debutar el jugador con mejor palmarés individual que jamás haya pasado por Unicaja. La ilusión tenía nombre, Ralph Lee Sampson. Quien fue número 1 del draft de 1983, rookie del año y tres veces All Star, formó junto a Akeem Olajuwon las legendarias «Torres Gemelas» de los Houston Rockets. El ala-pívot de 2,24, que siempre había soñado con jugar de base, llegaba como la gran esperanza al equipo entrenado por Martín Urbano.

Desde que se conoció la noticia, el ambiente en la ciudad era de máxima expectación. Nadie quería perderse el debut de Sampson, un súper clase que conocíamos por las retransmisiones de Ramón Trecet en «Cerca de las estrellas» y que precisamente esa semana ocupó la portada de «Gigantes».

Llegó el momento que todos esperábamos, y rápidamente la ilusión se convirtió en un rumor de incertidumbre en las gradas. Desde el inicio del calentamiento se pudo comprobar que el desembarco del trasatlántico Sampson no iba a resultar nada fácil. Nos quedamos con las ganas de ver algún mate y sus movimientos eran demasiado lentos, pero pensamos que estaba reservándose para el partido. Su presentación, con la chavalería llenando el parqué, fue un subidón de adrenalina que nos hacía confiar en una victoria segura frente al Pamesa.

Tras ganar con facilidad el salto inicial, nos dimos de bruces con la cruda realidad, sin poder achacarlo al cansancio del jet-lag o los nervios del debut. Sampson recibió un pase a unos 4-5 metros de canasta, tenía posición clara para el lanzamiento y deseábamos celebrar por todo lo alto sus primeros dos puntos, pero no fue así. Su tiro impactó directamente contra el canto del tablero y todas las alarmas se dispararon en Ciudad Jardín.

El resto del partido fue un querer y no poder. Ni siquiera contar con el apoyo de Rafa Vecina le permitió a Sampson ofrecer resistencia frente a dos rivales durísimos como Larry Micheaux (pívot de 2,06 y ex-compañero suyo en los Rockets) y Brad Branson (pívot de 2,08 y que había jugado en el Madrid) que no le dieron tregua en los 40 minutos. Fue frustrante y desilusionante comprobar que el cuerpo de un jugador de la talla y calidad de Sampson era incapaz responder a lo que su cerebro le decía.

A lo largo de los ocho partidos que jugó antes de regresar a su país por su mal estado físico, pudimos comprobar que no era oro todo lo que relucía. Sampson fue la primera gran estrella de la NBA que fracasó en España, como una década después sucedió con Rony Seikaly (su salida facilitó más minutos de juego para un tal Pau Gasol) o con la mediática y brevísima experiencia de Lamar Odom por el Baskonia (afortunadamente recuperado de sus excesos con la «vida loca»).