Mazide N´Diaye trabajaba en 2003 para el Banco Mundial, más en concreto era el presidente del Foro de organizaciones de África para el desarrollo. Estaba casado con Henriette, que trabajaba en la secretaría de la institución, pero a pesar de la complejidad de su cargo, su mayor preocupación era el pequeño Hamady Barro. Un niño que jugaba al futbol de portero pero que se había rodeado de lo que habitualmente los padres llamamos «malas influencias». El nuevo jugador del Unicaja describía ya en Estados Unidos aquella época como «un momento en el que no hacía bien las cosas». «Cualquier cosa mala que se pueda imaginar, es solo una aproximación. No estaba en el camino correcto». En ese momento crítico para todos, Hamady conoció el baloncesto, puso rumbo a Estados Unidos y su vida giró de una manera increíble.

California fue su primer destino, más en concreto la High School de Stoneridge en Simi Valley. Allí N´Diaye se adentraba en el mundo del baloncesto. Era un diamante en bruto y su llegada pronto generó expectación hasta el punto de que el entrenador asistente y coordinador de reclutamiento de Rutgers, la universidad estatal de New Jersey, cruzó Estados Unidos para verlo en directo en uno de sus primeros torneos.

Jim Carr recuerda aquel momento como «el talento escondido en la fealdad». «No era más que una enorme presencia en el suelo. No tenía ni idea de cómo jugar al baloncesto. Estaba tratando de taponar todos los tiros, saltaba sin parar y fue eliminado por faltas en menos de 6 minutos». A pesar de todo, cuando Carr llegó a su despacho apuntó: «Tiene potencial NBA». Y acertó.

La llegada a la Universidad de Rutgers supuso para N´Diaye un nuevo paso adelante en su vida. No quedaba nada del carácter del niño que salió de Senegal y pronto se convirtió en un referente humano para todo el campus. Participaba en todas las actividades sociales que se hacían en el centro y pasó a formar parte de la fraternidad «Iota Phi Theta». Una fraternidad distinta que se creó en plena explosión del movimiento de derechos civiles americanos por estudiantes autodenominados «no tradicionales». Eran personas, en su mayoría afroamericanos, con inquietudes que estaban en sus últimos años en el campus, que trabajaban para pagarse los estudios, que habían pasado por el ejército o que tenían familias con niños pequeños.

Su objetivo era ayudar a los más desfavorecidos. El tiempo libre que le dejaban los estudios y la fraternidad, N´Diaye, lo pasaba en el Rutgers Athletic Center (RAC), en la oficina de información o entrenando y colaborando con los equipos del centro. Hablaba con todo el mundo y trabajaba para todos. Su entrenador, Fred Hill, llegó a decir «nos ayudó a cambiar la cultura y la actitud de este programa deportivo». Su dedicación era tan grande que se ganó el apodo de «El alcalde del RAC».

El Unicaja ficha un buen jugador sobre todo en defensa y con un defecto, a su lado Shaquille O´Neal tira bien los tiros libres, pero también ficha a un ser humano comprometido con múltiples causas sociales para ayudar a la supervivencia de los niños en África.

Un licenciado en comunicación que habla perfectamente cuatro idiomas: Inglés, francés, árabe y Wollof (su lengua nativa en Senegal) y que nunca ha dado ningún problema en ninguno de sus destinos baloncestístico. Un jugador que suma. Suerte€