Si cualquier aficionado mayor de 30 años es preguntado por un jugador franquicia del Barça, la mayoría hará mención al gran Juan Antonio San Epifanio Ruiz, «Súper Epi». Quien en sus inicios era simplemente «Epi II», el hermano pequeño de un Herminio que jugó en el Caja de Ronda a principios de los 80, consiguió alcanzar con su calidad y constancia las cotas más altas del baloncesto español e internacional.

Epi se convirtió en uno de los primeros jugadores junto a Fernando Martín en ocupar las portadas de revistas y ser protagonista de campañas publicitarias en pleno boom del basket patrio. ¿Quién no recuerda el anuncio de Nocilla y su canastón desde el graderío? ¿Y lo bien que lucía su par de zapatillas Adidas personalizadas? Todos querían contar con el implacable anotador que lideró a una España en la conquista de la histórica medalla de plata en Los Ángeles 84.

En cada visita de Epi a Málaga, los aficionados disfrutábamos del placer envenenado de ver sus rutinas durante los calentamientos en la pista de Ciudad Jardín. El eterno 15 del Barça era capaz de encadenar varias docenas de triples sin fallo apabullando anímicamente a quienes llenaban las gradas de la cancha malagueña. Tal situación se convertía en preámbulo de derrota segura, y así fue durante casi 15 temporadas, ya que la única victoria local se consiguió en el épico tercer partido de la final del 95.

Epi extendía su dominio en la competición nacional y continental como capitán del conjunto culé. Todos sus méritos le valieron para ser reconocido por el prestigioso diario francés L'Equipe como el mejor jugador europeo de la década de los 80, hecho muy meritorio teniendo como competidores a talentos como Petrovic, Riva, Sabonis o Gallis que dominaban el basket del Viejo Continente.

Fuera de la tensión de la temporada, en el mes de agosto de 1990, un grupo de jóvenes malagueños tuvimos la suerte de participar en una de las primeras ediciones del Campus de Unicaja. Que «Súper Epi» fuese la estrella invitada era algo increíble. Su clase, el acierto cuasi infalible en el tiro a canasta y su cercanía con los chavales nos permitió disfrutar aún más de esas tórridas jornadas maratonianas de canastas y refrescos en las pistas exteriores de Los Guindos.

En el verano de 1992, con todo el planeta como testigo, Juan Antonio San Epifanio pudo vivir su mejor momento personal como deportista convertido en el último relevista de la antorcha olímpica en los JJOO que se celebraron en Barcelona. Epi fue héroe y profeta en la ciudad, donde sigue siendo un ídolo.

El siguiente año, un 10 de octubre de 1993, Ciudad Jardín lució sus mejores galas para homenajear a un «Súper Epi» que disputó su partido 222 con la elástica de la selección, superando así el récord de internacionalidades que ostentaba Nino Buscató. El partido ante la República Checa fue una fiesta para Epi, quien aún mantiene el liderazgo con 239 partidos internacionales disputados en su exitosa carrera.

Todo círculo se cierra y la relación de Epi con nuestra ciudad llega a su fin en el quinto encuentro de la apasionante final del triple de Ansley. En el partido decisivo, celebrado el 21 de mayo de 1995, nuestra desilusión se acompañó con la despedida más dulce de Epi como jugador en activo en el Palau. Conquistó su séptimo título de Liga anotando sus últimos puntos (dos tiros libres tras su personal zapatazo al parquet) frente a un Unicaja que empezó a creer que llegaría un día donde los dioses del Olimpo podrían caer ante nosotros.

@OrientaGaona