Cuando un niño de 10 años quiere conseguir algo puede llegar a ser muy persistente en su empeño. Y a buena fe que yo lo fui. Tras pasar un montón de horas frente al televisor viendo los clásicos Torneos de Navidad, los partidos de competición europea o la Liga española, por fin pude convencer a mis padres para ver mi primer partido en directo. La tarea de comprar las entradas requería casi una excursión. En las oficinas que tenía la Sociedad Deportiva Caja de Ronda en la avenida Carlos Haya, una joven y amable Toñi García (que sigue aún al pie del cañón en Los Guindos) nos vendió las cuatro localidades de Tribuna Alta para el partido del sábado 22 de marzo de 1986. Desde ese momento, la ilusión y el nerviosismo fueron mis acompañantes a lo largo de toda la semana.

Al llegar a Ciudad Jardín flipabas con el azulejo de «Pívot», la jirafa mascota del inminente Mundobasket'´86, y corrías hacia el tenderete situado en la puerta principal para aprovisionarte con un paquete de pipas de cinco duros que te durara toda la tarde. Quien nos visitaba era el conjunto gallego del Obradorio (patrocinado por la cooperativa lechera Feiraco), un serio aspirante para el ascenso en la potente 1ª División B, en un duelo decisivo en pos de lograr la mejor posición previa a las eliminatorias finales para llegar a la ACB. Comenzó el partido con el salto inicial entre los americanos de cada equipo, el local Mike Schultz y Bill Collins. El inolvidable Mike Schultz, con sus muñequeras infinitas, era nuestro pívot de referencia. Jugador de categoría suprema y con un inconfundible semigancho infalible, provenía del Joventut de Margall, Villacampa y Jofresa y un par de años después, recaló en el propio Obradoiro. Una grave enfermedad acabó prematuramente con su vida en 1990 y nos impidió disfrutar más de su calidad en la pista.

Obradoiro cogía ventaja con facilidad, pese al acierto exterior de Toñín Llorente y Germán González en los locales. Los bases gallegos manejaban la manija del partido a su antojo, gracias al liderazgo de José Ramón Lete (recientemente nombrado presidente de Consejo Superior de Deportes) y la colaboración de un joven Ricardo Aldrey, quien años después formó una estupenda dupla exterior con Manolito Aller en el Clesa Ferrol. Llegados al descanso, Feiraco dominaba por 38 a 47 y era el momento de refrescar ideas. Cientos de espectadores se dirigían rápidamente hacia los bares situados en las esquinas superiores del pabellón donde, ¡oh, sorpresa!, se podía fumar y beber casi sin límite.

Iniciado el segundo tiempo, el esfuerzo de los aleros cajistas (Rafa Pozo y Quique Villalobos) fue insuficiente frente al buen juego del curtido Alberto Abalde (padre del actual escolta del Joventut) y el prometedor Miguel Juane (recordado por ser el primer baloncestista en acogerse al polémico Real Decreto 1006/85 que permitía romper unilateralmente un contrato). Los minutos pasaban y la escasa comodidad del graderío de Ciudad Jardín iba haciendo mella en el cuerpo. La afición local seguía confiando en el habitual acierto de Schultz, que bregó lo indecible para reducir la ventaja visitante a 4 puntos entrando en la recta final, pero la calidad de Bill Collins (un trotamundos de 2,05 que fue compañero del mítico Nate Davis) terminó erigiéndose como elemento clave con sus 25 puntos y una buena cantidad de rebotes para cerrar la victoria santiaguesa por 79-86.

La temporada no terminó en ascenso para ninguno de los dos equipos, pero significó para mí el inicio de una fabulosa aventura con el baloncesto que ya acumula 30 temporadas en las gradas animando a Unicaja.