El 6 de abril de 1992 dio comienzo la guerra de Bosnia. Justo un mes después, el 6 de mayo venía al mundo Alen Omic en la localidad bosnia de Tuzla. La ciudad situada a las orillas del único lago salado de Europa nunca fue gobernada por autoridades nacionalistas. Fue la única de todo el país, pero sí fue sitiada durante meses por las fuerzas serbias. Cuando sólo tenía 3 años, vio como su ciudad sufría una de las grandes masacres de esta guerra. El 25 de mayo de 1995 fuerzas serbias bombardearon una zona de reunión de jóvenes en el barrio de Kapija. El resultado: 71 muertos y más de 200 heridos, la mayoría jóvenes entre 18 y 25 años. Tuzla había pasado en unos meses de ser uno de los principales centros industriales y culturales de la Yugoslavia de Tito a ser protagonista involuntaria de uno de los incidentes más graves de la guerra. En esa ciudad y en ese ambiente creció el pequeño Alen hasta que a los 14 años se marchó a Eslovenia.

El baloncesto no fue la primera opción deportiva de Omic. En la escuela primaria jugaba al fútbol de portero. Con 13 años ya medía 1,95 metros. En un partido un ojeador le propuso cambiar al baloncesto y le preguntó por su padres. «Te veo alto y creo que puedes hacer carrera en el baloncesto», le dijo. Alen le dio su dirección y lo envío a ver a sus padres. Cuando llegó a su casa su padre le dijo «a partir de mañana cambias de deporte».

Dos meses después, una oferta del Crnomelj esloveno tocaba a su puerta. Ante la situación de postguerra que vivían decidieron que el pequeño se marchara al país vecino a estudiar secundaria y jugar al baloncesto. La despedida fue dura y la imagen de su madre llorando mientras se subía al autobús todavía está fresca en su memoria.

La integración fue muy rápida tanto en el colegio como en la cancha donde se formaba como jugador y aprendía esloveno con su entrenador y sus compañeros porque la primera lengua no se enseñaba todavía en las escuelas.

En el verano volvió a casa y todo parecía distinto, pero no porque la vida de los suyos hubiera cambiado mucho, sino porque en ese primer año en Eslovenia había crecido 12 centímetros. Al año siguiente se trasladó a Lasko, la capital tradicional de formación del baloncesto esloveno, y sólo 4 años después de llegar al país debutaba con la selección, por gratitud a la que es su segunda casa y porque nadie de su país, Bosnia, se había puesto en contacto con él.

Su ascenso fue meteórico. Después de pasar por el Olimpia llegó la temporada pasada a la Liga ACB donde fue uno de los cuatro pívots que dominaron el campeonato junto a su nuevo compañero Dejan Musli, el barcelonista Tomic y el griego Borousis.

Omic es un jugador muy pasional y que necesita del apoyo de su afición para jugar al máximo. «Sentirles me da energía. Son un sexto jugador». Un calor que sintió en Gran Canaria pero no en Turquía y que espera recuperar en Málaga.

Unicaja une a dos de los pívots más dominantes del campeonato. Su dupla con Musli unido al juego exterior cajista debería darle un salto de calidad importante al equipo de Joan Plaza si no se relaja en defensa. Suerte€