Cada mes de febrero, los mejores jugadores de la NBA tienen su momento de gloria en el fin de semana del All Star. En la década de los 80, el concurso de mates pasó a convertirse en el epicentro del baloncesto espectáculo gracias a míticos saltarines. La magia, clase y elegancia de Julius Dr. J Erving, los épicos duelos aéreos entre Jordan y Wilkins o la proeza del diminuto Spud Webb, llenaban los dormitorios y las carpetas de toda la juventud mundial.

La Liga ACB, en la vorágine de un crecimiento imparable, incorporó ese evento a sus fastos anuales. Fue en la temporada 85-86 cuando se celebró el primer concurso en el coqueto pabellón extremeño de Don Benito, repleto de espectadores que brincaron alucinados, al igual que hizo toda España en el salón de casa, viendo como el estudiantil David Russell volaba por encima de un joven recogepelotas para machacar la canasta consiguiendo un pleno de «dieces» y así vencer al bigotudo madridista Wayne Robinson.

Durante muchos años, el concurso de mates engalanó su palmarés con históricos ganadores (como nuestro Mike Smith, Rickie Winslow, Kenny Sky Walker o Chandler Thompson), incorporó apuestas arriesgadas de jugadores no profesionales (el malagueño Eduardo Sipi y el campeón Aarón Cuéllar) y hasta contó con participantes inexplicables (como el tosco Miguel Ángel Pou o un penoso Lorenzo Sanz jr.).

El espectáculo, por repetido o intrascendente, fue languideciendo con el paso de los años y dejó de tener el favor popular, pese a los esfuerzos de un ingenioso Mario Santana que machacaba los aros disfrazado de James Bond o el Zorro. Pero gracias a la llegada de nuestro protagonista, los mates volvieron a ocupar portadas de revistas y minutos en la televisión tras el All Star de Alicante 2003.

Walter Herrmann tuvo un impacto inmediato en su primer año en Fuenlabrada. Referente en el Atenas de Córdoba, al argentino llegó para liderar a los fuenlabreños en una temporada histórica. Su versatilidad, empuje y calidad le permitió ser MVP del All Star y de la temporada regular, antes de recalar en Unicaja en nuestro trienio glorioso de éxitos con la Copa, la Liga y la Final Four de Atenas.

El internacional argentino, que ya había ganado dos concursos de «volcadas» en su país natal, ofreció un inolvidable espectáculo durante su participación con un original repertorio, que incluía un mate con dos balones, otro disfrazado del «Pelusa» Maradona y un último mate que permanece en la memoria colectiva del aficionado al baloncesto.

Walter se colocó fuera de la línea de 6,25 y lanzó el balón por el aire, mientras se iba despojando de la equipación del Jabones Pardo Fuenlabrada, hasta que atrapó el balón y lo hundió en el cesto vistiendo únicamente sus calzoncillos de corazones. Ante la sorpresa y la aclamación del graderío, Herrmann se colocó una toalla en el hombro y se marchó saludando a la entregada afición alicantina.

Herrmann, jugador irrepetible que aún sigue en activo en Argentina, reunía todas las condiciones para hacer ese mate: plasticidad, dotes teatrales y un cuerpo perfecto. No me quiero imaginar a Fran Vázquez, Roberto Dueñas o Frederic Weis haciendo esa jugada, por el bien del baloncesto... y de nuestra vista.

@OrientaGaona