Seamos positivos: El Valencia Basket no es imbatible. Saquemos esa lectura optimista de lo visto ayer en La Fuente de San Luis en un Valencia Basket-Unicaja vibrante, que pudo ganar cualquiera y que se decidió en el esprint final del lado taronja, pero con la sombra de una rotación de banquillo algo «rara» de Joan Plaza. Es verdad que Nedovic estaba tocado de un pie y no era cuestión de arriesgar con él, pero terminar el partido con Dani Díez&Carlos Suárez como pareja de pívots, teniendo en el banco a Brooks y a Omic...

Está muy claro que la final de la Eurocup sobrevoló ayer La Fonteta del minuto 1 al 40. Era inevitable. Por mucho que Plaza y Martínez quisieran lo contrario, todos miraron de reojo la finalísima continental que viene de camino. Por eso, es difícil sacar muchas conclusiones de lo visto ayer. Ni para bien ni para mal. Es más, pienso que cualquier parecido entre lo de anoche y lo del martes que viene será pura coincidencia. Al menos en lo que se refiere al reparto de roles y minutos sobre el parqué.

Una final es algo muy «especial». Un partido que se juega muy de vez en cuando. La atmósfera, la presión, la intensidad, la adrenalina... Nada será igual 72 horas después. Estoy convencido. Solo el escenario, una Fonteta intratable esta temporada para los rivales y en la que el Valencia no pierde desde hace cinco meses. Un hándicap más en el objetivo cajista de reinar en el Viejo Continente.

El tomar el partido como un banco de pruebas aplaca algo el dolor de la derrota, pero no esconde que la maldición contra el Valencia Basket sigue creciendo. Son ya seis partidos seguidos con otras tantas derrotas. Demasiado lastre para un Unicaja incapaz en el último año de meterle mano al equipo taronja. Por unas cosas u otras, por más o por menos puntos de diferencia, con más autoridad o con menos, pero el caso es que este Valencia Basket de Pedro Martínez le tiene comida la moral al Unicaja. Eso es así... de momento.

El primer tiempo fue vibrante. Valencia Basket y Unicaja hicieron un «ensayo» precioso de la final continental. Plaza y Martínez jugaron al ratón y al gato con sus pizarras. Las primeras rotaciones del técnico verde fueron Lafayette y Okouo, los dos jugadores que menos minutos llevan jugados en la que va de temporada.

El canterano echó una mano en la rotación, sin más, pero la puesta en escena de Lafayette fue tan espectacular como inesperada. Aportó 11 puntos en 9 minutos, con un 3 de 3 en triples. El base de pasaporte croata hizo recordar al director de juego determinante que hace algunos años jugó en el propio Valencia o en el Zalgiris, por poner solo dos ejemplos.

Martínez también se sacó algunas cartas de la manga, pero no de una forma tan evidente. Por ejemplo, no le dio ni un segundo a Tobey, que no está inscrito para la Eurocup y hubiera valido para despistar. Sí tiró enseguida, por contra, de Vives, que ha estado lesionado las últimas semanas, que volvió de forma residual ante el Hapoel, pero que ayer tuvo mucho protagonismo para coger el ritmo que necesitará su equipo de él a partir de pasado mañana en la finalísima. O sea, sembrar para recoger.

Tras el descanso se mantuvo la emoción, pero ya no hubo el mismo acierto en ambas canastas y el partido perdió algo en calidad. El duelo entró en el último cuarto con todo por decidir y de la mano de un genial Dubljevic, el Valencia Basket se fue 8 arriba a dos minutos del final, 81-73. El Unicaja, ya sin «Nedo» ni sus pívots titulares, tiró de small ball para resistir casi hasta el bocinazo final. El 81-77 fue tan merecido, como lo habría sido un 77-81.

Repito mis primeras palabras de esta crónica: seamos positivos. Creo sinceramente que a día de hoy es casi, casi, casi imposible que el Unicaja le gane dos partidos seguidos al Valencia en su pista. Si el de ayer se perdió, el del martes hay muchas más opciones de ganarlo. Es casi una cuestión de probabilidad matemática. A mí hoy me vale para pensar que sí se puede. Que la final está abierta. Que el Unicaja tendrá opciones si juega como en las últimas semanas. Yo creo.