La victoria en la Eurocup parece haber sumido al Unicaja en un estado Zen, de calma total, que esperemos que dure mucho. El equipo, liberado de la presión de los resultados, encadena victorias y el buen juego comienza a ser una clara seña de identidad. Desde los despachos se anuncia que se acabaron los recortes y que el año que viene habrá más dinero para el equipo, los jugadores quieren seguir a pesar de las grandes ofertas y hasta parece, y digo parece, que el entrenador seguirá la próxima temporada. Vamos, que la felicidad y los resultados se han convertido en la Costa del Sol en lo que llamamos «un día en la oficina», en una maravillosa rutina. Dentro de este estado, Unicaja comienza una serie de partidos que pondrán a prueba su actual estatus. El primero este domingo en el Palau Blaugrana.

En Barcelona parece que viven en un estado de guerra civil permanente, todo lo contrario a los que sucede en Málaga, pero cuidado que el equipo tiene mucha calidad y a sus mandos en la cancha está un especialista en la gestión de momentos duros. Georgios Bartzokas es el mejor ejemplo. Gran fan de Olympiacos desde joven, vivió su gran sueño cuando llevó al equipo de El Pireo a la conquista de la Euroliga en su primera temporada, convirtiéndose además en el primer técnico heleno en conseguirlo. Bartzokas vivía en un nube pero ante la falta de interés del club por renovarlo firmó un preacuerdo con el Fenerbahce. Los hermanos Angelopoulos, propietarios del club, al enterarse le prorrogaron el contrato y le obligaron a rescindir su acuerdo con los turcos. Esto le costó 500.000 euros y propició la llegada de Obradovic al banquillo otomano. Todo parecía controlado hasta que el periódico Prasini propiedad del dueño del eterno rival, el Panathinaikos, desveló el acuerdo.

Esto provocó la ira de los fans en su contra y su salida por la puerta de atrás del equipo de su vida. Bartzokas, en una última prueba de amor al Olympiacos, perdonó la indemnización a la que tenía derecho.

Bartzokas siempre ha sido una persona especial, quizás marcado por la historia de su padre, Andreas Bartzokas. Andreas era uno de los líderes del partido comunista griego durante la guerra civil que asoló el país. Al finalizar la misma, el partido comunista fue prohibido y los dirigentes que no pudieron huir fueron detenidos y llevados a la cárcel de alta seguridad de Vourla, cerca de El Pireo. Esto último es lo que le pasó al padre del técnico del Barcelona. Mientras estaba detenido ideó un plan de fuga junto con otros 27 presos comunistas. Excavaron un túnel que comenzó debajo de la cama de Andreas y que terminaba al otro lado de los muros de la cárcel. Nadie sospechó nada y el 17 de julio de 1955 comenzó la fuga. La mayoría fueron detenidos, entre ellos el padre del técnico del Barcelona, pero ya se habían convertido en héroes para el pueblo griego. La historia seguro que le suena porque fue la que inspiró la película «La Gran Evasión» dirigida por John Sturges y protagonizada por Steve McQueen en 1963.

Aunque Bartzokas nació diez años después de la fuga su padre pasó toda su infancia entrando y saliendo de la cárcel. Acostumbrado a estas cosas los problemas del equipo no abruman ni asustan al técnico heleno que busca una victoria de prestigio ante Unicaja para enderezar el rumbo de la nave blaugrana. Cuidado