Seguro que todos vosotros en algún momento habréis tenido un mal día. A mí me tocó el viernes. Y mira que llevamos una racha nosotros letal, que ya cuesta elegir cuál es el peor, pero es que el viernes se llevó la palma. Son de esos días que estás frito porque acabe, que cuentas los minutos para que pasen pero que el reloj parece que va más lento que de costumbre. Solo deseas quedarte dormido lo antes posible para despertarte al día siguiente.

A veces, el palo te lo llevas porque la persona a la que más quieres pierde un ser querido. Es muy duro ver sufrir a quien amas. El corazón se te encoge. Es difícil saber qué decir o qué hacer y nunca sabes si lo que haces es lo correcto. Te preguntas por qué ahora, en este preciso momento que es cuando menos lo necesitamos. Es entonces cuando te das cuenta de que si sufres por alguien es porque la quieres. En ese preciso instante te llenas de alegría, aunque es díficil expresarla. Es contradictorio ese sentimiento. Sufres por alguien pero es tan grande darte cuenta de que tu sufrimiento es por amor que te das cuenta de lo bonito que es querer a alguien. Y eso lo llena todo.

Pocos habréis recibido un correo del administrador de vuestra urbanización para informaros de que vuestro piso se ha anegado de agua. ¡Qué momento! En ningún segundo piensas en ti. Corres como un loco pensando si a nuestro perro Gabo le ha pasado algo y que llegues tú antes que Ana para intentar que ella no vea agua porque no puede llevarse otro palo en el mismo día. Llegas a la urbanización y ves que el peso del agua ha tirado parte del techo de la entrada al complejo. Ni ascensor ni leches. Subes las escaleras de tres en tres. Te relajas cuando abres la puerta y oyes a Gabo ladrar y te das cuenta de que es el más listo de la clase porque él es como los Gremlins, no le gusta el agua y en el sofá se subió a esperar a que alguien lo rescatase.

Ver el parqué de toda tu casa con un charco de agua es otra sensación letal. La alegría que te ha costado construir durante los dos meses que ha durado la reforma en casa se consume en un segundo. Todos los muebles nuevos. El parqué del suelo. Nada es tan importante como que debes secar el agua antes de que llegue Ana.

Allí que te pones con fregonas, toallas, periódicos... todo lo que pillas para intentar que el agua desaparezca. Cuando Ana llega no le quitas el mal rato, pero por lo menos ya sólo ve los boquetes en la pared porque los fontaneros han arreglado la rosquita que se soltó (no veas la que puede liar una rosca) y ve que las juntas del parqué se han ennegrecido y empiezan a levantarse.

Ahora es cuando te invade por completo ese sentimiento de mala suerte, resurge la pregunta de por qué a nosotros o qué hemos hecho para merecer esto. Todo aliñado por algún vecino que te mira como si fueras culpable de algo. Vamos, como si fuéramos nosotros los que hemos roto la maldita rosca.

Pero no es así. Es todo lo contrario. Hemos tenido una enorme suerte. Suerte de que el techo no se desplomara encima de nadie o de que el conserje cerrara la llave de paso a tiempo para que no fuera a más el desastre. Y suerte de secar y sacar el agua lo antes posible y que no afectara a los muebles nuevos (o eso creemos).

Comprendes que no somos la primera familia a la que se le inunda la casa. Que el techo de la urbanización no es la primera vez que se viene abajo doy fe de ello. Y seguro que los constructores están en sus casoplones muy felices y con unas cuentas corrientes bastante saneadas. Que digo yo que ya podían haber aumentado el presupuesto de fontanería y haber construido con mas decencia y menos pladur y tubos de plástico.

Pudo ser peor. ¿Quién dice que el perito de la compañía aseguradora de la obra no dice ahora que nos cambien el suelo de parqué? Pues tendremos un engorro más y estaremos de obras otra vez pero tendremos hasta el suelo nuevo. Ahora, lo que aprendí ese viernes es que lo más bonito que nos da la vida es querer a alguien, que siempre hay que mirar adelante y pensar cómo disfrutar de cada minuto que tienes de quien más quieres. Por eso mañana lunes cogemos un avión y nos vamos de vacaciones. U2 y Edimburgo nos esperan.