¿Os imagináis un partido de Champions League, por ejemplo, del Barcelona a la vez que la selección española juega un partido de clasificación para un Mundial? ¿O una eliminatoria de Copa Davis mientras Rafa Nadal está compitiendo en Roland Garros? Pues eso sucedió el pasado viernes en nuestro deporte, el baloncesto. Mientras el Real Madrid jugaba su partido de Euroleague en Atenas y el Unicaja se preparaba para recibir al CSKA de Moscú, España disputaba un partido clasificatorio para el próximo Mundial en Montenegro. Totalmente surrealista, ¿verdad?

Las consecuencias de esto son gravísimas. Para empezar, la selección no ha sido noticia en los informativos por los partidos que debe disputar, sino por la polémica que suscita el hecho de que no fueron convocados los mejores jugadores para esta cita puesto que unos están en la NBA y ni se pensaba en ellos, y otros tenían partido con sus clubes en la mejor competición europea. También se ha especulado con que corríamos serio riesgo de no clasificarnos para el Mundial, y como consecuencia, para las próximas Olimpiadas, por este hecho. Aunque la verdad es que el problema de la no comparecencia de primeras figuras no sólo nos perjudica a nosotros. Claro. El resto de selecciones tienen el mismo problema y probablemente no tienen el fondo de armario que posee el baloncesto español.

El partido se televisó en Be Mad, una cadena del grupo Mediaset donde suelen poner documentales de animales. Este grupo televisivo no contempló ni siquiera dar el encuentro en una de sus cadenas principales. Pero hasta en esto tuvimos suerte, porque hasta días antes no estaba claro que pudiéramos verlo por el nulo interés que tenía para Mediaset. Prefiero ni saber la audiencia que habrá tenido la emisión.

Sobre quién tiene la culpa de esto se ha escrito mucho y todos, o casi todos, han opinado. Sinceramente que yo no soy de indagar quiénes son los responsables cuando se genera un problema. Me gusta más buscar soluciones. Y esto es posible si las partes se sientan con el objetivo de llegar a acuerdos. Lo que no se puede tolerar es que se use el baloncesto para cobrar rencillas personales, envidias o lo que sea.

Lo más grave en este asunto es que, como siempre se toman decisiones sin contar con los jugadores y entrenadores, sin que éstos estén presentes en las reuniones pertinentes y sin que su opinión cuente para algo. La falta de respeto a los verdaderos protagonistas de la gallinita de los huevos de oro es tremenda. Y a la propia competición, puesto que las selecciones se juegan la clasificación con jugadores que después no serán los que acudan al Mundial.

Una vez más, esos jugadores y entrenadores a los que se les ningunea permanentemente son los que han demostrado mayor amor por este deporte y han acudido a la llamada de sus federaciones para disputar estos encuentros. En nuestro caso, los nuestros se han comportado de sobresaliente sacando encima el partido adelante fuera de casa, lo que le da mayor valor a la victoria. Como siempre, no cuentan para nada pero ellos son los que dan la cara.

Es muy evidente que para el baloncesto el rival a batir no es el fútbol, ni el balonmano, ni la Fórmula Uno. Nuestro enemigo está en casa. No necesitamos que el fútbol nos pegue un tiro con las audiencias y que todos los patrocinadores quieran estar con ellos. El tiro nos lo pegamos nosotros mismos con la imagen que damos al mundo.

En vez de remar todos en el mismo sentido haciendo más grande nuestro deporte, luchando por acercarnos al potencial de fútbol, creando negocio, provocando que más niños se enganchen a un deporte que os aseguro es maravilloso, nos suicidamos. No necesitamos asesino para morir. Para matarnos ya estamos nosotros mismos. Es muy fuerte.

Que se anden con ojo porque cualquier día esa gallinita deja de poner huevos de oro y se queda estéril y entonces veremos qué pasa, de dónde saldrán las cuantiosas nóminas de esos dirigentes de chaqueta y corbata que toman este tipo de decisiones y quién pagará sus cenas o sus viajes. Eso seguro que sí les preocupa. El baloncesto está claro que les importa un bledo.