Lo tuvo el Unicaja en su mano, pero dejó pasar una oportunidad que tardará tiempo en perdonarse. Ni con 17 arriba (56-39) ni ganando por cuatro (83-79) a 1:24 del final, el Unicaja fue capaz de enterrar al Valencia Basket en la Euroliga y catapultar sus opciones al Top 8. Y cayó. De forma dura y cruel. La típica derrota que te deja una cara de tonto que te dura hasta la Cabalgata de Reyes de esta tarde. Un traspié que te mete un pellizco en el estómago y te altera la sangre. Porque el encuentro estaba ganado. Pero el Valencia nunca se rindió, jugó con muchas agallas y con un base en toda la extensión de la palabra. Y al Unicaja le faltaron ideas. Se lo jugó todo a la carta de Nedovic en ataque. No hubo serenidad ni un plan con cordura en la recta final. Y así fue imposible.

En un partido tan emocional como el de anoche hay que pararse un minuto, visualizar lo que pasó y cómo pasó, y repasar las estadísticas. El Unicaja tiró peor de dos puntos (51% contra 63%), tiró peor de tres (37-47%), cogió un rebote menos (29-30), se pasó peor el balón (15-20 abajo en asistencias), tuvo menos robos (4-5)... Y sólo pudo ganar uno de los cuatro cuartos, como bien le gusta siempre destacar a Joan Plaza. Y así, con estos números delante, es realmente difícil. Muy complicado.

Comenzó el Unicaja el partido como perezoso. Le costaba encontrar su marcha, su camino. Iba como a pie cambiado. Joan Plaza le había dado una vuelta a su cinco inicial, dándole vocación defensiva. Alberto y Salin salieron juntos y por dentro jugó de inicio Shermadini. Txus Vidorreta, que el martes se había guardado de mano a Green, le dio galones. Y el Valencia Basket comenzó muy respondón, dando una imagen de mayor solidez. Pero no duró mucho el cuadro taronja. Con 5-9, y tras tiempo muerto, el Unicaja buscó dentro a Shermadini. Brooks se animó y Plaza, cuando olió sangre, dio entrada inmediatamente a McCallum y Nedovic.

Da gusto ver jugar a «Nedo» cuando «Nedo» decide jugar. Su pique con Rafa Martínez fue una alegría para la vista. Y, alrededor del serbio, el equipo creció. El escolta metió canastas de todos los colores para irse a los 13 puntos en sólo ocho minutos. Valencia no encontraba respuestas: 34-28. Abalde tuvo que subir el balón y Doornekam, con dos canastas seguidas, evitó que el Unicaja marcara más distancia. «Dubi» no tenía el día y Martínez, cara a cara con Nedovic, le ponía picante al partido. Plaza, que tras el choque del martes había dicho que se arrepentía de no darle minutos y oportunidades a Morayo Soluade, demostró el porqué. «Mo» salió a defender y encontró buenas situaciones. McCallum se animó y enloqueció al Carpena junto a Brooks. El Valencia tocó fondo al descanso, con un robo de «Mo» que Brooks, sobre la bocina, machacó en el aro rival. El Carpena entraba en órbita: 48-39. Era el descanso y era la máxima para los malagueños. Una bendición que se incrementó tras una excepcional salida a pista en el tercer cuarto. Canasta de Augustine y bombas de Waczynski y Salin. Y máxima de 17: 56-39 a 7:32.

Pero hasta ahí duró el Unicaja. Valencia se encomendó a Van Rossom. Qué importante es tener un base de primer nivel. Y el belga lo es. Anotó, hizo jugar a Valencia, llevó el ritmo del partido y, fantásticamente ayudado por Rafa Martínez y Abalde, el Valencia le dio la vuelta al partido. Parecía increíble pero, al mirar el electrónico en el último cuarto, la realidad te daba una torta a mano abierta: 74-79. El parcial fue durísimo. No encontró el Unicaja el camino de la ruptura. Y, sin más juego colectivo que lo que Nedovic decidiera y hasta donde sus piernas llegaran, el serbio volvió a poner en franquicia al Unicaja: 81-79, a 2:33 tras dos penetraciones bárbaras.

Hubo tiempo para la polémica. Alberto le sacó la falta a Van Rossom en ataque. Era la quinta del belga. Sin el base ya era pan comido. Porque Van Rossom había estado colosal. Pero no fue suficiente que McCallum pusiera el 83-79 a 1:24 del final. No había más opciones que Nedovic, que salió y volvió a entrar para tomar aliento. Y Valencia tiró de Abalde, que es un joven extraordinario. Green puso con dos tiros libres el 83-85 a 4,7 segundos del final. Y, como es costumbre en el Unicaja, no hubo una jugada decente para ganar el partido. Y, si la hubo, a Brooks le arrebataron el balón de un manotazo en el codo, y Augustine sólo pudo lanzar de aquella manera. Una derrota muy dura, en lo físico y en lo moral. Porque anoche el Valencia podría haber quedado ya descartado para la Euroliga y, para colmo, el Unicaja se aleja del Top 8.