Para el alevín J del Nuevo Boadilla no era un sábado cualquiera. Iban los penúltimos en la clasificación porque el inicio de liga había sido letal. No sólo no ganaban un partido. Es que además perdían cada sábado llevándose a casa un saco de goles. Pero ni ellos ni su entrenador tiraron la toalla. Siguieron entrenando y progresando y ya habían logrado varios empates, todo un logro después de tan mal comienzo.

Pero este sábado era diferente. Visitaban el campo del AD Codec, último clasificado y que contaba todos sus partidos como derrotas. Estaban ante la posibilidad de ganar el primer partido de la temporada. Y con ese ánimo entrenaron toda la semana.

Llegó la hora de la verdad. En el vestuario, en los momentos previos al partido, mientras todos se ponían la equipación de juego, las caras eran diferentes. Todas mostraban una mayor concentración que de costumbre. Estaban preparados para hacer todo en beneficio del equipo y que llegara la ansiada primera victoria. Pero la charla del entrenador fue como siempre. Motivadora, recordando los detalles importantes a desarrollar en el juego y transmitiéndole a los chicos que salieran a disfrutar del fútbol.

El partido fue muy igualado. Los dos equipos, con un nivel parecido, pusieron todo su empeño para jugar en equipo y hacer lo que los entrenadores les pedían mientras que la afición no paraba de animar a los chicos. Los goles empezaron a llegar. Uno-cero; uno-uno; dos-no; dos-dos. Se acercaba el fial del partido y todo seguía igual. Nadie conseguía el gol de la victoria. Fue entonces, en el minuto ochenta y cinco, cuando se produjo la jugada que marcará a esos niños para el resto de sus vidas. En una jugada en el área del AD Codec un jugador local piensa que el árbitro pitó falta y coge el balón con las manos. El árbitro, con todo el dolor de su corazón, pita penalti. En ese mismo momento el jugador protagonista del desgraciado error rompe a llorar desconsoladamente. Se produce una confrontación de sentimientos. Los chicos del AD Codec sienten que llega otra derrota más a falta de cinco minutos para el final pero los chicos del Nuevo Boadilla ven muy cerca lo que tanto habían soñado y por lo que tanto trabajaron. El primer partido ganado.

Rafa, el Ronaldo del Nuevo Boadilla, tiene claro que él asume la responsabilidad de tirar ese penalti y darle la victoria a su equipo. Está muy concentrado y en su cabeza solo existe un pensamiento, el gol. En ese momento se oye la voz de César, su entrenador, que le grita desde la banda que tire a fallar. Rafa no entiende nada. Mira de nuevo a su entrenador porque necesita comprobar que esto le está pasando de verdad. Su entrenador insiste en que falle. Necesitan mirarse tres veces porque Rafa no puede comprender lo que le dice su entrenador. Pero él hace lo que debe que es seguir lo que le ha pedido su entrenador y tira el balón fuera.

El partido acaba 2-2. Un nuevo empate. En el vestuario, César tiene que explicar a Rafa y el resto de sus compañeros el porqué de aquella decisión. Ese penalti era injusto porque el chico del AC Codec se equivocó y nosotros no queremos ganar de esa manera, queremos ganar cuando lo merezcamos por demostrar en el terreno de juego ser mejores que el rival.

Ahora sí entendieron la decisión que tomó su entrenador y la asumieron. Lo que no sabían era que cuando salieron del vestuario allí estaban sus padres. Y los padres del AC Codec. Y los jugadores rivales. Y los árbitros del partido. Todos allí esperándoles para darles una enorme ovación por el gesto que habían tenido. Fue entonces cuando comprendieron que era mentira que hoy habían empatado. Esa mañana habían ganado aunque el resultado no lo dijera y esa victoria la recordarán toda la vida.

Esta historia no es un sueño. Es real. Pasó el pasado 20 de enero en un campo de fútbol de Madrid. Esta bonita anécdota se ha convertido esta semana en una noticia por lo que nos enseñó a todos el entrenador del Nuevo Boadilla. Pongamos todos de nuestra parte para que historias como esta dejen ser noticia y sean lo normal cuando hablamos de niños, formación y educación deportiva.

Gracias César, el mejor entrenador de la liga aunque tu equipo sea el penúltimo.