Disponer de una plantilla bien estructurada y equilibrada es algo esencial para el éxito deportivo de cualquier equipo de baloncesto. Egos, condiciones físicas, talento, experiencia e intensidad definen los roles sobre los que cualquier cuerpo técnico pretende construir su proyecto deportivo. La pieza angular suele ser el jugador que asume el liderazgo en la cancha, pero no hay entrenador que reniegue de la posibilidad de incorporar a un «gladiador» en su plantilla.

David Doblas asumió perfectamente ese rol en el Gipuzkoa Basket durante más de una década. El pívot santanderino, todo entrega y pundonor, se convirtió en pilar infranqueable que lideró la plantilla donostiarra a lo largo de su trayectoria en liga LEB y en la etapa más exitosa en la ACB. Su valor dentro del equipo es incuestionable, pues añadía un plus de intensidad a todo lo que sumaba gracias a su eficacia dentro de la zona.

Doblas representaba perfectamente el rol de «tipo duro» que nunca rehuye de la intensidad en la pelea por dominar la zona. Rocoso, fajador e intenso, en cada partido David tenía algún pique con los pívots contrarios, terminaba expulsado por faltas o a veces se encaraba con la afición rival tras algún forcejeo en la lucha por el rebote. Su imagen de «malote» no empañaba lo que hacía David fuera de las canchas: estudiar la carrera de Magisterio. Seguro que los niños flipaban por tener al «titán» Doblas haciendo las prácticas en su colegio.

Pablo Laso o Sito Alonso tenían plena confianza en la energía cuasi infinita de Doblas. Junto a Sergi Vidal, Andy Panko o Ricardo Uriz, lideró al modesto proyecto vasco a competir con los mejores de la ACB.

Era tal su intensidad que fueron varias las ocasiones en que David terminó un partido con la cabeza vendada tras protagonizar una lucha fragorosa con los rivales de turno. Lucharía contra gente más alta o fuerte que él, pero nunca tan corajudos como nuestro protagonista.

Su abrupta salida de las filas del conjunto vasco (con denuncias por impagos de por medio) le privó de retirarse como siempre había soñado. Despechado y aún con mucho baloncesto por ofrecer, hace dos veranos hizo el petate y puso rumbo a un modesto equipo de la liga griega.

Esta temporada afrontó un reto de más categoría: cruzó el charco para enrolarse en las filas del Estudiantes argentino. En Argentina sigue ofreciendo un rendimiento acorde a su intensidad, que le ha permitido alcanzar su mayor éxito deportivo: ser subcampeón de la Liga Sudamericana ante un Guaros de Lara venezolano liderado por otro guerrero como es nuestro eterno Carlitos Cabezas.

@OrientaGaona