Quince de abril sí. quince de abril y tú no apareces. Nos has abandonado. Nos tienes olvidados. Y los días pasan y sigues sin venir. Estoy cansado de ir vestido como una cebolla. Empiezo a odiar los abrigos. No te digo nada del paraguas y mojarme los pies porque en todas las aceras de Málaga hay una losa suelta que yo tengo la puntería siempre de pisar. Estoy frito por dejarlo aparcado en el trastero hasta el año que viene. Y es que el hecho de que no vengas alarga el invierno. Se hace tan largo que cansa. Estoy cansado de ponerme el chándal para ir a trabajar, de hacer cuadrantes para organizar los entrenos de nuestros equipos porque llueve, de suspender partidos. Ya no soporto ponerme otro jersey, ni las camisas de invierno o los pantalones largos. Dice Ana que tengo más ropa que una princesa. Puede ser que tenga razón. Pero te digo que no sé qué ponerme porque ya estoy harto de ponerme tantas veces la ropa de invierno.

Se ha convertido en un hábito despertarme y mirar la predicción del tiempo. Odio el dibujito de las nubes que nos indica que hoy otra vez estará nublado. Es verdad que siempre viene bien que llueva. Se llenan los pantanos, es bueno para el campo, necesario para limpiar el ambiente. Pero ya está bien, ¿no te parece? Ya está bien de días grises, de calefacción, de tener todo cerrado, de que no te apetezca salir a no ser que vayas al cine. Y no a cualquier cine, que hay algunos que ponen el aire acondicionado a toda pastilla aunque fuera haga un frío que pela.

El frío. Joder con el frío. Sé que te reirás de mí y te pareceré un exagerado. Es verdad que aquí no nieva ni se cierran las carreteras por eso. Pues te aseguro que estoy pasando un frío letal. No sabes lo que hace en la calle cuando paseo con Gabo a las ocho de la mañana. Hay días que he visto pingüinos en el parque. Ya lo sé. Serán espejismos o imaginaciones mías. O mi subconsciente que me tiene loco.

Es verdad que estoy loco, pero loco porque vengas y traigas contigo al sol que nos tienes como los caracoles buscando un rayito donde sea. Que se vaya el gris de nuestras vidas y se inunde de colores. Ir a trabajar en pantalones cortos, olvidar los abrigos y pensar en las cazadoras. Salir a la calle en mangas de camisa. Llevarte una sudadera por si refresca cuando anochece (pero solo un poco, ¿eh?). Cenar en una terraza. Recordar que tenemos paseo marítimo. Tomar un cubata en Pedrega. Bueno, que sean dos. ¡Ponerte gafas de sol! Llevarlas puestas siempre que estoy cansado de ir dejándomelas en todos lados porque siempre estamos dentro del local y me las tengo que quitar. A ver si llegas y de tanto llevarlas puestas me canso de ellas y empiezo a buscar otras por los escaparates de las ópticas para renovarlas...

Mira, hoy que te estoy abriendo mi corazón, voy a confesarte que echo de menos hasta ir a la playa. Pero solo un ratito. Y a una que tenga chiringuito cerca. Tener calor. Sin pasarse, pero sentir un poco de calor. Y tener que decirlo, que a veces es tan importante como sentirlo.

Dice el dicho que tú alteras la sangre, haces que aparezcan las flores, que el día sea un poquito más largo. Contigo la gente se enamora. Yo ya lo estoy pero seguro que a algún amigo le vendría bien un poquito de amor y contigo esto es más fácil. También traes las alergias pero te lo vamos a perdonar, ahora que no nos oye Ana. Tienes que venir con tus ganas de vivir y tu alegría, revolucionar nuestros corazones, recordarnos que tenemos aire acondicionado, que podamos desayunar en la terraza.

No puedes permitir que pasemos del invierno a los cuarenta grados, al calor insoportable, a sudar tres minutos después de haberte duchado. Seguro que pensarás que solo te echamos en falta cuando no vienes, cuando te retrasas. Y tienes razón. Te pido perdón por ello. Pero tienes que tener en cuenta que eso pasa con las cosas que tenemos siempre y que no nos damos cuenta del valor que tienen hasta que nos faltan. Por eso te estás haciendo de rogar. Pero ya está bien con el jueguecito. No nos hagas sufrir más que tampoco nos hemos portado tan mal. Vamos, primavera, ven ya que no sabes cuánto te echo de menos.