Como aficionado curioso y observador, hay un hecho de los duelos que Unicaja disputó contra el CAI Zaragoza en la década de los 90 que jamás podré olvidar. Más allá de detalles técnicos o jugadas trascendentales, me quiero referir a los ejercicios de calentamiento que realizaba nuestro protagonista de hoy, Iñaki Zubizarreta. El pívot de 2,07 metros era un auténtico titán. Puro músculo y cabeza rapada, la figura de Iñaki asombraba aún más cuando hacía repeticiones de series de 25 flexiones a una velocidad jamás vista. Su musculatura no era nada frecuente en un baloncestista español y el tatuaje de la Virgen del Pilar que lucía en su pecho le otorgaba una imagen de jugador duro. Se le veía un tipo serio y esforzado, jugador de rotación que, junto a compañeros como Bannister o Fran Murcia, formaban un trío interior de carácter.

Después de pasar por la cantera de Baskonia y debutar en ACB con el Caja Bilbao, Iñaki se consolidó en la máxima competición, llegando a ganar la Copa del Rey en las filas de un histórico Pamesa Valencia. Tras un par de temporadas en la Liga LEB, Zubizarreta dejó el baloncesto aún joven a causa de las lesiones y del hartazgo que le causaba el deporte profesional.

Esa imagen de antaño de un Iñaki rudo y competidor cambió drásticamente al conocer las amargas vivencias que tuvo durante sus años de colegio. Y es ahí donde la figura de Zubizarreta creció para ser mucho más grande, aún si cabe, que cuando lo veía en Ciudad Jardín.

Iñaki Zubizarreta, perfecto ejemplo de resiliencia, sufrió en su infancia un gravísimo caso de acoso escolar por parte de un grupo de compañeros que, con el amparo de una maestra que le trataba vejatoriamente por su altura y físico, le dejaron secuela físicas y psicológicas. Iñaki consiguió salir de ahí más fuerte, teniendo el baloncesto como lugar de crecimiento personal y válvula de escape para superar esos problemas. Actualmente, colabora activamente con la asociación «NACE-No al Acoso Escolar» dando charlas de motivación en colegios e institutos para prevenir situaciones de acoso como las que él padeció.

Como educador y padre, el bullyingLa prevención e intervención debe ser tarea prioritaria dentro del ámbito educativo y una responsabilidad ineludible de las familias. No hay que mirar a otro lado, debemos quitarnos de la cabeza la idea que asocia el acoso escolar con «cosas de niños» y mucho menos, banalizarlo. Es obligación de todos denunciar y visibilizar estos comportamientos para así conseguir acabar con la «ley del silencio» que habitualmente lo rodea. El ejemplo y compromiso de Iñaki Zubizarreta debe servir de motivación para seguir fichando más valientes que se enfrenten y denuncien a quienes acosan.

Entrevista: http://www.rtve.es/alacarta/videos/millennium/entrevista-inaki-zubizarreta-millennium/3048499/