Magic Johnson, el mejor base de la historia de los Lakers, afirmó: «La capacidad para hacer mejores a mis compañeros es lo que más valoro de mi carrera». Y en un club con la historia del Baskonia es Pablo Laso quien mejor representa al jugador generoso y creativo dentro de la pista de baloncesto.

Hablar de Laso en el club baskonista significa referirse a una institución. Pablo aprendió y maduró con la presión que significa debutar con solo 16 años en las filas del conjunto de su ciudad natal. Y desde sus inicios, demostró estar hecho de una pasta especial. Llevar la batuta del Caja de Álava no era nada sencillo, con una plantilla de jugadores que podían doblarle la edad (Abdul Jeelani, Arturo Ortega o el actual presidente de Baskonia, Josean Querejeta) y hacerlo, para más inri, a las órdenes de Pepe Laso, su padre.

Pablo fue creciendo en su juego hasta convertirse en un base imaginativo y generador de juego. Siempre a la cabeza en la clasificación de mejor asistente de la liga, Laso era el líder sobre el que giraba el ambicioso proyecto vitoriano diseñado por Querejeta. Transcurridos unos años, la afición de Baskonia pudo disfrutar de la versión madura y dominante de Pablo junto a dos grandes jugadores que marcaron una época en Vitoria - Gasteiz.

El primer socio llegó tras un exitoso paso por el Caja de Ronda de Pesquera. Joe Arlauckas recalaba en el Taugrés para convertirse en el mejor aliado del pequeño base. Contando con el indiscutible liderazgo de Laso, en la temporada 90-91 Baskonia alcanzó por primera vez las semifinales de la ACB. Durante los tres años que compartieron vestuario, Laso asistió compulsivamente al ala-pivot yankee en vertiginosas transiciones y en las jugadas que dibujaba el coach Herb Brown. Arlauckas fue elegido como mejor extranjero de la liga en dos temporadas consecutivas, fruto del exitoso e imparable tándem formado con el base vitoriano. El americano era pieza cotizada en el mercado veraniego de fichajes y el Madrid tuvo que hacer una fuerte apuesta para que convirtiera en su pareja interior con el genial Arvydas Sabonis.

La segunda sociedad baloncestística que lideró Pablito Laso tuvo como acompañante al espectacular Kenny Green, pívot negro, todo fibra y atleticismo, sobre la que se edificó una nueva dimensión al proyecto vasco. Tras rozar la gloria en varias finales, la pareja Laso - Green convirtió el espectáculo y el juego por encima del aro en las señas de identidad del equipo vasco. Los contundentes mates que realizaba Kenny Green eran servidos por Laso desde cualquier rincón de la pista. Tal cooperación llevó el primer trofeo de postín a las vitrinas del Taugrés. Granada, Copa del Rey del 95, el equipo dirigido por el «Sheriff» Manel Comas bordó el baloncesto y se alzó con el título tras derrotar en unas apasionantes semifinales al Madrid de Sabonis y Arlauckas y en la final al CAI Zaragoza de otro ex-Baskonia como Ken Bannister, quienes también habían sido socios del «mariscal» Laso.

Pablo fue el timón en la primera etapa gloriosa del equipo vitoriano. Después prosiguió su larga y exitosa carrera en varios conjuntos ACB como el Madrid o nuestro Unicaja, donde siguió repartiendo asistencias y criterio a la hora de dirigir el juego. En todos esos años, Laso ya dejaba entrever que tras su retirada, seguiría ligado al baloncesto en los banquillos. Hace un par de semanas conquistó la 10ª Copa de Europa para el Real Madrid y sigue ganando competiciones con su apuesta ofensiva y descarada, del mismo modo que entendía el juego luciendo el 7 en la zamarra baskonista.

Pablo Laso diseña jugadas en los banquillos buscando la cooperación y el juego colectivo como vía para desarrollar un juego brillante, persiguiendo hacer mejores a sus jugadores, tal y como hizo en el Taugrés y como ya había dicho el incomparable Magic.