­Disfrutar de un buen pescaíto frito en la playa, durante un receso en un maravilloso día de sol y baño, o elegir como opción gastronómica comer espetitos y paella mientras se tiene como telón de fondo el vaivén de las olas y la incomparable vista del mar, ya sea invierno o verano, es casi uno de esos placeres terrenales que han ofrecido los chiringuitos que pueblan la costa malagueña durante años. Pero, ¿y si en vez de comer pescaíto nuestra preferencia es degustar sushi, pizza, somos celíacos o nos apetece comer una hamburguesa en la misma playa, con la arena como una única barrera entre tu mesa y el mar? No hay problema, en la última década, los chiringuitos han ido evolucionando sus cartas, ampliándolas y adaptándolas a los gustos y las demandas de los clientes, de manera que el pescaíto es un plato más en una larga lista de opciones. «La oferta se ha ampliado mucho. Desde sushi a espetos de sardinas, desde cócteles de mojito a los de sandía, desde comer sentado en la mesa hasta que te sirvan en una cama balinesa», cuenta Miguel Sierra, dueño del chiringuito Playa Miguel en Torremolinos. En su chiringuito, en cuya carta podemos encontrar desde tortilla de patatas a wraps, una larga lista de elaborados sándwiches, pasta, originales sugerencias como las piruletas de langostinos fritos en pasta Kataifi, cuidadas hamburguesas de diferentes tipos o el llamativo sushi en diversas variedades, el principio está muy claro: satisfacer al cliente. «A la persona que viene a tu chiringuito hay que darle lo que busca. Si no lo tienes hay que traérselo, lo importante es que se vaya contento», relata Miguel Sierra, quien cuenta en su chiringuito con una variada clientela que va desde el turista nacional al que viene de fuera, Holanda, Bélgica, Alemania, Reino Unido, Rusia, Asia. «Cuando yo viajo, voy siempre viendo que puedo copiar de otros lugares para traerlo a mi restaurante para mejorarlo. Por ejemplo, yo le regalo una brocheta de fruta a mi cliente, que me parece un detalle refrescante que puede apreciar», comenta.

En la misma línea, se halla el Royal Beach de Mijas, con los hermanos Carlos y Sergio Morales al frente desde hace 11 años, negocio que heredaron de sus padres, quienes lo inauguraron en 1982. «Hace 30 años, la carta de un chiringuito era de pescado frito y ensalada, ahora la cosa ha cambiado muchísimo. Hay una cocina muy selecta, que se ha adaptado al cliente. Ellos nos van dando su opinión y nosotros hemos ido evolucionando. Hoy tenemos más de 100 platos en la carta», comenta Carlos Morales. Desde su chiringuito, que defiende como el único temático de la Costa ya que está dedicado al mundo pirata, Morales relata cómo se fueron introduciendo los diversos platos. «Primero fueron las hamburguesas y las pizzas para ir dando un servicio a los niños y ahora entre carta y sugerencias podemos llegar a los 150 platos. Además, tenemos opciones para todos, por ejemplo, mi hermano y yo somos muy deportistas y también hemos pensado en este tipo de clientes y tenemos una gran variedad de ensaladas, de sándwiches, de cócteles sin alcohol», relata Morales. Desde los mejillones al curry a los caracoles picantes; desde el boquerón frito a la sardina empanada, desde la crema de espárragos a la hamburguesa pirata, «que lleva todo lo que se te pase por la cabeza», afirma Morales; desde el sándwich de bacon a la ensalada Mónaco, en la carta del Royal Beach hay para todos los paladares, incluso para los más exigentes. Y es que Morales cuenta que el tipo de cocina también ha variado en los chiringuitos. «La elaboración de los platos hoy día es muy cuidada, en los chiringuitos hacemos ya cocina de gran altura, platos selectos, nosotros por ejemplo tenemos atún rojo, tataki de atún con mayonesa guasabi, tartar de atún€», explica Morales. Ahora bien, si buscásemos unir gustos con geografía, la cosa no está definida: «No te creas que el español es más dado al pescaíto y el extranjero a la hamburguesa con patatas, aquí se mezcla todo», asegura Carlos Morales.

Y desde la necesidad de satisfacer al cliente, a la propia demanda personal, proyectada luego al negocio y extendiéndola a un gran público. Eso es lo que llevó a Remedios Moreno Moncayo, del chiringuito Los Bandoleros, a hacer toda la carta de su restaurante apta para celíacos, toda. De hecho, afirman ser los únicos en la zona de Torremolinos que dan este servicio a este nivel. «Me diagnosticaron celiaquía a los 35 años. Lo pasé muy mal para tratármela y después vi las opciones limitadas opciones que teníamos en el mundo de la restauración por lo general y decidí, junto a mi marido, cansada de encontrarme con problemas cuando salíamos a comer, que nuestro restaurante iba a tener toda la carta adaptada para celíacos. Y así lo hicimos hace ya 7 años», relata Moreno. Cuenta cómo la apuesta fue un gran riesgo, porque los productos son mucho más caros, pero que el esfuerzo ha merecido la pena. «Yo tengo familias en mi restaurante con algún miembro celíaco que te dicen que por fin y por primera vez pueden pedir todos lo mismo y compartir platos. Que eso es algo que no les había pasado nunca», relata Moreno. Su hijo también es celíaco y uno de sus mayores orgullos es satisfacer a las madres. «La celiaquía es muy compleja y hay que tratarla bien y con cuidado y a mí se me ilumina la cara al ver a las madres de celíacos agradeciéndonos nuestra carta. Simplemente les digo, yo también soy madre de celíaco, mujer, y sé lo que se pasa». Así, ´Los Bandoleros´ que se encuentra en la Red de Establecimientos Sin Gluten de Málaga, cuenta con el sello de la Asociación de Celíacos de Málaga y está recomendado por diversas páginas en redes sociales para celíacos, las personas intolerantes al gluten pueden degustar desde pescaíto frito, a pizza, arroz, brochetas, beber cerveza y todos los platos que conforman la carta sin limitación, en los que la diferencia es sólo en los ingredientes, porque el sabor, asegura Moreno, es absolutamente el mismo.

Y como estos tres restauradores€ una larga lista de chiringuitos ofrece una amplia variedad de platos desde espetos de sardinas a woks, pasta o tortilla, sushi€ que han abierto el placer de comer junto al mar mucho más allá del pescado.