Sentados para dibujar, recortar y pegar, o para leer, los niños desarrollan su capacidad de aprendizaje, tanto intelectual como emocional, y la adquisición de hábitos positivos. Además de ser ratos muy estimables para la armonía familiar. Desde la esfera del diseño, la consideración hacia el asiento infantil también va al alza.

Uno de los estudios que muestra especial interés en este apartado es Leif Designpark, equipo formado por tres creadores japoneses nacidos finales de los 70, con despacho en Tokio. Entre sus piezas destaca la silla Tone, que ensambla varios tipos de madera jugando con sus diferentes tonalidades y veteados, y se realiza en cinco combinaciones diferentes. Con ella reinterpretan la técnica tradicional japonesa de la taracea. "El mobiliario de un niño –señalan– permanece en sus recuerdos de infancia. En el caso de Tone, está especialmente diseñada para procurarles un entorno natural y positivo, utilizando madera maciza con su tacto inconfundible, y materiales amigos del medio ambiente".

Los asientos pergeñados por creadores contemporáneos son tan variados como ellos mismos. Reconocidos autores holandeses, como Wanders o Hans, introducen el color negro en el universo infantil, incluso en la trona de bebé, pero sin olvidar sus formas arquetípicas. Veteranos como Gaetano Pesce optan por la fantasía de la fábula animal. Y algunas prestigiosas firmas editan versiones en tamaño reducido de hitos de la historia del diseño, como la silla Barcelona creada por Mies van der Rohe.

Entre las distintas tipologías, los asientos balancín son muy adecuados para las edades más tempranas, pues permiten experimentar movimiento y equilibrio. Otros asientos, como el banco Caterpillar, constituyen un juego constructivo en sí mismo, con recompensa final: sentarse un ratito a descansar.