El invierno ya está aquí y nada mejor que prepararnos a conciencia para disfrutar cómodamente del frío.

Una de las opciones es la chimenea, que permaneció durante siglos en la cocina para calentar cuerpos y estómagos. Sin embargo hoy ocupa un lugar de honor en el salón como objeto de diseño.

El poder de fascinación que ejerce, unido a la sensación de calidez y recogimiento que genera, hace de este elemento una pieza clave en torno a la que se articula el resto del mobiliario. De leña o gas, lo habitual es que presida el lienzo más noble y a su alrededor giren sofás, mesas y butacas. También pueden alzarse en medio de la estancia o servir para establecer dos ambientes distintos.

Para subir la temperatura del salón existen otros sistemas. La ubicación y uso de la casa, la orientación y dimensiones de la estancia y la fuente de energía a utilizar, determinan la elección. Entre los sistemas centralizados destacan bombas de calor, calderas con radiadores o acumuladores eléctricos. Los que opten por elementos aislados o sistemas modulares disponen de radiadores de aceite y convectores de aire, así como de las clásicas estufas catalíticas o de infrarrojos en bellos diseños.

El radiador pasa a ocupar un protagonismo decorativo en nuestras casas, en el que se afanan fabricantes y diseñadores. La modernidad prende en los radiadores de inspiración minimalista lacados en gris, blanco o negro, a los que se suma el acero inoxidable. Muestran diseños planos con tendencia a la verticalidad. En contraste, también hacen carrera sinuosa placas a base de curvas y ondulaciones. Gracias a la tecnología también incorporan mando a distancia o sistemas de ionización que purifican el ambiente. También existen los radiadores aromáticos, pero la última tendencia son las chimeneas de bioetanol. El principal reclamo es que no producen humo, con lo que las posibilidades de instalación son infinitas, y también las decorativas.